sábado, 30 de septiembre de 2017

Sunset Riders: Por un puñado de duros.


Algo que hizo que muchos de nosotros comenzáramos en esto del ocio electrónico fue las máquinas recreativas.
Cuando tus padres te daban unas moneditas para que pudieras jugar en los recreativos era como si te regalaran un cohete para viajar a la luna. ¿Qué? Antes nos conformábamos con poco (eso acaba de sonar a abuelete rancio que cree que el mundo era mejor bajo un gobierno totalitario y con la existencia de la polio. ¡Olvídalo!).
Si recuerdo una de estas máquinas con cariño era la que había en la cafetería de la estación de autobuses de Molina de Segura. Siempre que mis padres y yo teníamos que coger el autobús para ir a cualquier sitio, les imploraba que me dejaran una moneda para poder jugar conn ella. Muchas ROMs fueron instaladas en aquel aparato pero hubo una que estuvo durante mucho tiempo, tal vez porque el juego que contenía salía bastante rentable. Era uno ambientado en el Salvaje Oeste en el que manejabas a un pistolero que tenía que abrirse paso a base de apretar el gatillo a través de hordas de forajidos. Ese juego me encantaba y creo que este es un buen momento para reseñarlo.
Coge tu sombrero y carga tu revólver porque es hora de hacer justicia a golpe de bala en Sunset Riders.

Desarrollado por Konami a principios de los 90, Sunset Riders comenzó siendo un juego para recreativas. Su éxito propició la creación de ports para Mega Drive y Super Nintendo, con lo que los aficionados a las consolas podían formar parte de esta épica epopeya americana.

En el juego encarnamos a uno de los cuatro cazarrecompensas que se dedican a limpiar el Salvaje Oeste de la mayor escoria a este lado del río Pecos. Sus andanzas les llevarán a descubrir un complot organizado por un decadente aristócrata británico aficionado al cultivo de rosas que cree que la fortuna que posee no es suficiente (como se entere la reina Victoria, le va a faltar calle para correr).
Antes de comenzar, debemos elegir a uno de los cuatro protagonistas. Bueno, en realidad, a quien tienes que elegirte es a Cormano porque mola mucho. Si no te gusta Cormano, es que estás muerto por dentro. ¡Deja de leer este blog y sal por esa puerta, desgraciado!
¿Sigues ahí? Bien, eso significa que te pasas mis amenazas por el forro. ¡Me gusta!
Sunset Riders se desarrolla como un run'n'gun clásico a lo Contra o Metal Slug. Manejamos a nuestro personaje con los controles mientras que los botones sirven para saltar o disparar. Algo que siempre me llamó la atención de este juego es que la acción transcurre en dos niveles: suelo y alturas. Nuestro personaje puede pasar de un lugar a otro presionando el botón de salto mientras apuntamos hacia arriba o hacia abajo, siempre y cuando exista un elemento donde pueda agarrarse. Los enemigos vienen desde estos dos niveles y cuando te decía que te enfrentas a hordas de forajidos, es cierto. El número de enemigos en pantalla llega a ser abrumador. Esto hace que, en ocasiones, los frames del juego bajen un poco. Ayuda bastante cuando tienes que esquivar un gran número de balas pero llega a molestar bastante cuando el juego no para de ralentizarse un día sí y otro también. Un aviso: recibir un disparo se traduce en muerte instantánea, lo que puede hacer que los jugadores menos diestros acaben tirando la toalla.

Un día normal en una ciudad normal de la frontera.

Cada vez que matamos a uno de esos malnacidos, recibimos puntos. No solo podemos acabar con esta chusma por medio de los derechos establecidos por la segunda enmienda. Existen elementos del escenario, como rocas o barriles, que nos permiten aplastarlos sin necesidad de acercarnos a ellos. Un disparo a tiempo y ese tipo acabará tan plano como una sábana. En ocasiones aparecerán unas chicas armadas con un cartucho de dinamita para hacernos volar por los aires. Podemos recoger el cartucho y devolvérselo con cariño a nuestros enemigos. Eso sí, date prisa en lanzarlo o te reventará en las manos.
A lo largo de nuestra aventura recibimos power-ups en forma de una segunda arma o la posibilidad de realizar fuego rápido sin necesidad de machacar los botones. Estos están disponibles tanto en los saloons que podemos visitar en mitad de la acción (siempre viene bien un descanso entre tanto tiroteo) o matando a los ladrones de bancos, unos enanos enmascarados con un saco a sus espaldas que me recuerdan demasiado a los duendes del Golden Axe.
Los lugares que visitamos a lo largo de nuestras aventuras son los típicos de las películas del oeste: un pueblo en mitad del desierto, una aldea de una tribu india, la estación de ferrocarril, etc. Todos están diseñados con cariño y ofrecen diferentes riesgos. Por ejemplo, en el asalto al tren, tenemos que llevar cuidado con los postes indicativos que aparecen de vez en cuando si no queremos estamparnos contra ellos. Mención especial para la estampida de ganado del primer nivel, espectacularmente animada. Todavía recuerdo la cara de sufrimiento de los personajes cuando te pones a correr por encima de las vacas. Y es que Sunset Riders es un sentido homenaje a las películas del Salvaje Oeste y, en particular, a los spaghetti western dirigidos por el legendario Sergio Leone.

Como todo buen western que se precie, no podía faltar el ataque de una tribu nativa.

Como en todo run'n'gun, cada nivel concluye con un jefe.
Cada uno de los criminales a los que nos enfrentamos es único. Si hasta tienen su propio tema musical. Al igual que en muchos juegos de este tipo, los enemigos finales siguen una serie de movimientos predefinidos que debes memorizar para poder atacarles cuando bajen la guardia. Un ejemplo sería Darkhorse. Este granuja va montado en un caballo completamente acorazado, por lo que nuestras balas rebotarán sin hacerle ningún daño. Sin embargo, el muy imbécil va con el torso descubierto, por lo que deberemos saltar al balcón superior del saloon donde se está llevando a cabo la pelea para esquivar sus cargas y pillarlo por la espalda.

Tienes más peligro que los hermanos Smith con una caja de bombas.

Los sonidos son correctos. Los disparos, los gritos de dolor de los enemigos al caer, el renquear de la máquina de vapor... Todos están representados de buena manera. Además, los personajes poseen voces. Las de los jefes molan bastante. Cada uno de ellos te suelta alguna frasecilla antes y después del combate. Sin embargo, la de los personajes principales no termina de cuadrarme. Digo “la” porque a todos le dobla el mismo actor. Este pone un claro acento texano, que puede estar bien incluso para Cormano, que es mexicano, pero las líneas de diálogo parecen dichas fuera de contexto. Cuando salvas a una joven cabaretera de las garras de un par de cenutrios, tu personaje le pregunta: “Are you OK, man?”. A no ser que la chica sea un travesti, esto me choca bastante.
Hablemos de la banda sonora porque Sunset Riders posee una de las mejores bandas sonoras que he escuchado en mi vida. Solamente la gran Michiru Yamane, que ya nos sorprendió en anteriores juegos de Konami como Castlevania Bloodlines, puede componer esta maravilla para los oídos. Si Sunset Riders es un homenaje a las pelis de Sergio Leone, algunos temas de la BSO son un claro guiño a los compuestos por Ennio Morricone. De hecho, puedes reconocer algunos acordes de los temas más famosos escritos por el genio italiano.

¡Dómalo, vaquero!

Sunset Riders es, probablemente, uno de los mejores run'n'gun ambientados en el Salvaje Oeste de la historia.
Prepárate para hacer frente a los mayores forajidos que hayas visto en tu vida. Cuando finalices el trabajo, será hora de cabalgar hacia el atardecer.

¡No dejes de jugar!

Imágenes sacadas de Mobygames.com

viernes, 22 de septiembre de 2017

Master of Orion II: Señores de las estrellas.



Que tras el lanzamiento de un juego creado por ti la gente comience a sacarse de la manga clones de este para demostrarte que has forjado una obra maestra es de agradecer. Que pasadas dos décadas, la gente siga haciendo juegos fijándose en tu creación significa que tu juego es un clásico atemporal.
Pocos pueden decir eso. Lo que una mínima parte de los desarrolladores pueden decir es que al intentar copiarlos, nadie ha conseguido llegarte a la suela de los zapatos. El juego que voy a analizar hoy entra en esa categoría.

Muchos han intentado programar el nuevo Master of Orion II (MOO II ha partir de ahora). Pocos lo han conseguido (te recomiendo que le eches un ojo a Distant Worlds: Universe. Es lo más parecido que he encontrado y eso que es un RTS). Incluso el remake de Wargaming.net, que intenta mezclar elementos de las dos primeras entregas de la saga (¡MASTER OF ORION III NO EXISTE! En serio, si quieres saber cómo no debes retomar una saga, juega a este bajo tu propia responsabilidad) no ha tenido el éxito esperado, más que nada por algunas decisiones tales como viajes a través de portales de salto o batallas en tiempo real que no pegan con el concepto del original. Mira que soy fan de los 4X espaciales y ni el genial Space Empires IV ha conseguido quitarme de la cabeza la obra de arte de Simtex. Tal vez Galactic Civilizations II sea el juego que más cerca ha estado de igualar el trabajo de Steve Barcia.

Hay opiniones divididas al respecto en cuanto si MOO II es mejor que su predecesor. A muchos fans del original les gusta más su primera parte debido a la gran cantidad de microgestión que MOO II tiene. Recuerda que el primer MOO tenía como característica principal que los planetas que conquistabas se gestionaban a través de una serie de barras con las que podíamos controlar elementos tales como la construcción de naves, la terraformación del planeta, la recogida de residuos o la creación de nuevas industrias. He jugado a la primera parte y, personalmente, la segunda me pareció un gran salto hacia adelante, algo que todo el mundo debería jugar una vez en su vida.

Vale, si has estado en una comuna hippie todo este tiempo o eres un alienígena que acaba de llegar a nuestro mundo, te diré de qué va MOO II.
MOO II es un 4X (explora, expande, explota, extermina) espacial por turnos en el que encarnaremos a un emperador liderando una de las civilizaciones del universo del juego. Debemos expandir nuestro imperio desde nuestro planeta natal hasta más allá de las estrellas, colonizando nuevos planetas e investigando nuevas tecnologías. Podemos vencer de tres maneras posibles: conquistando el planeta capital de nuestros enemigos, siendo proclamados líder del senado galáctico o venciendo a los terroríficos antaranos.
Antes de comenzar una partida, debemos configurar el universo en el que vamos a jugar eligiendo una serie de parámetros tales como su edad, tamaño de la galaxia, cantidad de planetas habitables, número de oponentes, dificultad y si queremos comenzar con una civilización avanzada tecnológicamente o no. Además podemos especificar si queremos sufrir el ataque de los antaranos, visualizar las batallas en modo táctico o activar los diferentes eventos aleatorios que afectarán al universo de la partida.
Tras crear nuestro universo, elegimos nuestra raza. Cada una de las razas posee unas cualidades que las hacen únicas aunque debes saber que están especializadas para que los jugadores no tengan dudas a la hora de elegir cuál se adaptará mejor a su forma de jugar. Por ejemplo, los darlok son los genios del espionaje mientras que los psilon poseen a los mejores científicos de toda la galaxia. Si no te gusta ninguna de las razas disponibles, no desesperes. Puedes crear la tuya propia gastando una serie de puntos en diversas habilidades. Cuando hayas terminado, solamente tienes que elegir el color que representará a tu imperio, el nombre de tu líder y el de tu sistema solar natal.

 Todas las razas están bien pero ninguna mola tanto como los Mrrshan. ¡Poder felino!

Una partida normal de MOO II comienza con un solo planeta colonizado en tu sistema solar y una pequeña flota compuesta por dos exploradores y una nave de colonización si no hemos elegido la opción de civilización pre-salto (vamos, que el único vuelo espacial tripulado que conoce tu imperio es el orbital, como en la época actual). Tu planeta capital es la joya de la corona. En él se encuentra el capitolio, símbolo de tu poder como emperador. Deja que el enemigo lo conquiste y todo aquello por lo que has luchado se desmoronará como un castillo de naipes. La dura vida del tirano espacial, amigo.
Como verás, los sistemas solares alrededor del tuyo están sin explorar, por lo que tienes que enviar naves para saber qué puñetas hay ahí. Recuerda: hasta que no los explores, no puedes colonizar ninguno de sus planetas. Si hay planetas habitables, claro. Y para colonizarlos necesitarás naves de colonización (¡redundancia!). Sin embargo, si ya posees una colonia en un sistema solar y hay otro planeta en este mismo lugar que deseas colonizar, puedes crear módulos de colonia, que funcionan como pequeñas naves de exploración pero solo a nivel local, lo que te ahorrará tiempo y dinero.
Cada mundo tiene una serie de características que lo hacen más habitable o no: su atmósfera, si posee una gran cantidad de minerales, si es un planeta oceánico, etc. Estas características, que están ligadas al tipo de estrella en la que orbitan, afectan a tus colonias de gran manera y pueden suponer su éxito o su total destrucción.
Dentro de tus colonias, y dependiendo de la tecnología que hayas desarrollado, puedes construir una serie de instalaciones que las mejorarán y te permitirán acceder a nuevas opciones. Por ejemplo, una factoría automatizada acelera la producción de nuevas naves. Tus colonias son también el lugar donde construyes tus vehículos espaciales. Para acceder a las más grandes, tienes que construir un astillero orbital debido a que su tamaño impide su construcción dentro del planeta.
Tus colonias producen tres recursos: comida, minerales y puntos de investigación. La comida es esencial, puesto que tus súbditos pueden morir de hambre. Si tienes escasez, puedes construir flotas de cargueros que transportarán automáticamente alimentos de una colonia con abundancia a una con escasez. Los minerales representan la producción per sé. A mayor cantidad, menos tiempo tardarás en construir naves e instalaciones. Además, a más producción, tus súbditos tendrán más dinero para pagar impuestos. Si te ves apurado, puedes subirlos pero eso se traduce en un decremento del trabajo en tus colonias. A nadie le gusta trabajar sabiendo que la mayor parte de su sueldo va a ir a parar a los bolsillos de su majestad. El tercero es uno de los recursos más importantes, pues a mayor cantidad, más rápido podrás desarrollar nuevas tecnologías.
Tus planetas poseen una opción de autoconstrucción que permite quitarte de encima parte de la microgestión. Además, existe una pantalla de colonias donde puedes dar órdenes sin necesidad de tener que ir visitando planeta por planeta. Es un gran alivio si tienes un imperio bastante grande aunque puede darse el caso de que esta microgestión llegue a abrumarte.

 La galaxia puede parecer un lugar frío al principio pero pronto las cosas comenzarán a calentarse.

Hablando de tecnologías, el sistema de investigación de MOO II es uno de los más originales que he visto.
Si juegas a MOO II y te gusta el tema de investigar nuevas tecnologías, debes de saber una cosa: no vas a poder descubrir todos los avances disponibles del juego. Cuando se te da la oportunidad de elegir qué vas a descubrir, se te dará una serie de opciones en función de tu raza. Normalmente, son tres opciones. Las razas con la habilidad Genio reciben cinco opciones mientras que las que tengan el atributo Sin imaginación, solo tendrán acceso a una. Cuando elijas la nueva tecnología, las opciones restantes se bloquearán y las perderás. ¿Para qué sirve este sistema? Pues para aumentar la interacción con los otros imperios. La única forma de acceder a las que se te han quedado pendientes es a través del intercambio científico con otras civilizaciones o usando a tus espías para robárselas. Sin duda, es una forma genial de unir diversas mecánicas del juego que parecen que no tienen nada que ver entre sí.

Como sabes, la diplomacia en un 4X es uno de los aspectos más importantes para su éxito. En MOO II, el sistema de diplomacia es muy parecido al de los Civilization, por lo que no hay ninguna pega en ello. Puedes firmar tratados, intercambiar tecnologías, declarar la guerra, firmar la paz, amenazar a tu enemigo, pagar o cobrar tributos, etc. A ello se suma un excelente sistema de espionaje en el que puedes elegir si quieres que tus espías estén en estado durmiente, se dediquen a robar tecnologías o a hacerle la vida imposible a tus rivales por medio del sabotaje, además de usarlos para tareas de contraespionaje. No obstante, la única pega que pondría es que la IA puede llegar a ser muy irascible. Si le haces una proposición que no le gusta, se pone hecha una furia, así que ten cuidado con lo que propones.

Otra característica brillante de MOO II es el editor de naves.
Tienes acceso a él si has activado la opción de dirigir las batallas en persona. Gracias a esta herramienta, puedes diseñar tus propias naves con las tecnologías que vas descubriendo. Cada tipo de navío tiene un tope de puntos para gastar y cada tecnología o arma que añadas gastará una cantidad de estos puntos. Si llegas a cero, no podrás añadir nada más. Además, a la hora de seleccionar el armamento, puedes elegir diversas variantes como, por ejemplo, torretas fijas. Debes tomarte este apartado del juego en serio, pues una flota formada por naves mal diseñadas puede llevarte a la ruina. En caso de que no hayas activado las batallas, todas las tecnologías se añaden automáticamente a tus naves.

Y llegamos al apartado de las batallas.
Al igual que el resto del juego, éstas son por turnos. MOO II presenta un sistema de tácticas cuasi-perfecto que jamás haya visto en un 4X espacial. Cuando eliges la nave que quieres controlar, tienes la opción de seleccionar que armas quieres disparar, teniendo la ventaja de poder usar la más conveniente en cada momento. Puedes realizar también un escaneo del enemigo para ver cuáles son sus puntos fuertes y débiles. Además, te permite controlar las defensas orbitales y planetarias en caso de disponer. Las naves tienen una cantidad de puntos de movimiento, dependiendo del tipo de motor que tengan montado, y una serie de puntos de escudos. Cuando los escudos caen a cero, todo el daño se inflingirá a la estructura de esta (eso debe doler). Entre las tácticas que puedes desplegar en el campo de batalla, también puedes abordar naves o arramblar con ellas en una versión espacial de Ben-Hur. Si la cosa se pone fea, puedes retirarte pero, para ello, debes esperar a que tus naves inicien sus motores de salto. Mucho cuidado, pues existen dispositivos que pueden anular o retrasar tus motores, dejándolas a merced del enemigo. El control en las batallas es muy fluido y es divertido liderarlas, incluso si no eres muy bueno en el tema militar. El único pero sería que el sistema de combate, al funcionar por iniciativa, te deja poco margen cuando te enfrentas a un enemigo poderoso. Si las naves enemigas o el monstruo atacan primero y tu flota no es capaz de aguantar sus envites, no podrás dar la orden de retirada puesto que será arrasada en cuestión de segundos sin que tú puedas hacer nada.

 Si alguna vez quisiste gritar aquello de "¡Disparen torpedos de fotones!" este es el momento.

No todo son batallas y diplomacia.
Existen una serie de eventos aleatorios que pueden beneficiarte o hacerte la vida imposible. Entre ellos, cosas positivas como una boda entre dos diplomáticos de diferentes imperios, que aumenta las relaciones entre dichas naciones. Entre los negativos, el más horrible es el de la supernova, que puede arrasar tus colonias en un abrir y cerrar de ojos. También tienes mineros que encuentran nuevas vetas de mineral, sequías, disrrupciones en el continuo espacio tiempo que dan al traste con el viaje hiperespacial durante unos turnos, el surgimiento de piratas en sistemas con escasa presencia militar, etc.
Otros eventos están circunscritos a los planetas. Cuando exploras un nuevo sistema solar, te pueden llegar mensajes como que en un planeta existe población nativa, que trabajará para ti como agricultores, o la presencia de monstruos espaciales que pueden merendarse tus flotas y colonias en un abrir y cerrar de ojos. Uno de los eventos planetarios más importantes es el que da nombre al juego. Verás, en algún lugar del ancho espacio se encuentra el sistema de Orion. Este fue el lugar de nacimiento de los Orion, la misteriosa raza que se cree generó la vida en el universo tal y como la conocemos. Los Orion contaban con una tecnología sin igual. Si consigues colonizar Orion, recibirás una bonificación brutal a tu investigación y el halago del resto de imperios. ¡Ah, lo has adivinado! Existe un pero. Antes de desaparecer misteriosamente, los Orion pensaron que dejar su conocimiento sin ningún tipo de vigilancia podría suponer una debacle si caía en manos equivocadas. Por eso construyeron al Guardián, una gigantesca nave viviente que vigila los archivos de esta misteriosa civilización. Si tu flota consigue vencer al Guardián, podrás colonizar Orion.
Existen dos eventos globales que tienen que ver con dos de las formas de victoria.
El primero de ellos es la elección a líder del senado galáctico. Esta tiene lugar por primera vez cuando todas las civilizaciones se encuentren. Cada varios turnos, sus representantes se reunirán para votar al futuro líder que los unificará en un mismo gobierno y los llevará a un futuro glorioso. Los dos candidatos se eligen entre los emperadores con más poder en la galaxia. Para ganar, se necesitan 2/3 de votos de la cámara. En caso de empate, la elección se pospondrá para unos turnos después.
El segundo de ellos es la batalla final contra los antaranos. Esta terrorífica raza era la enemiga de los Orion. Su presencia en nuestro universo era tan peligrosa que los misteriosos habitantes de Orion no tuvieron más remedio que ir a la guerra. Consiguieron vencerles y encerrarlos en una dimensión de bolsillo para que no nos volviesen a molestar más. Sin embargo, el horror ha vuleto debido a que los antaranos han conseguido la tecnología para viajar a nuestra dimensión. Cada equis tiempo, una de sus flotillas viajará a nuestra dimensión y comenzará a destruir todo lo que encuentre en su camino para desaparecer después. Para poder vencerles definitivamente y ganar el juego, tienes que encontrar la manera de enviar una flota a su dimensión. No pienso decirte cómo para no chafarte la sorpresa.
También existen una serie de profesionales (mercenarios, más bien) que aparecerán para ver si necesitas de sus servicios conforme tu imperio gane en popularidad. A cambio de una paga, estos personajes trabajarán para ti en una de estas dos categorías: almirantes y gobernadores. Cada uno de ellos posee características diferentes. Por ejemplo, un personaje con la habilidad Granjero aumentará la cantidad de comida producida del sistema solar que gobierne. Con el paso del tiempo, irán ganando experiencia y mejorando sus atributos.

 Te seré sincero, el director Androgena siempre me dio mal rollito. ¿Qué se supone que es?

Los gráficos del juego son los correctos para el año de su fecha de publicación (1996). Los retratos de los personajes están dibujados con un estilo de cómic muy noventero. Las animaciones son correctas aunque los movimientos de los emisarios son bastante mecánicos y nada naturales. Las naves aparecen muy bien representadas y es difícil confundirte a la hora de saber cuál es cuál.
La interfaz del juego está muy cuidada y no molesta para nada durante la partida. Los botones son bastante grandes para que no te pases la mayoría del tiempo buscándolos. MOO II cuenta también con un práctico sistema de ayuda/enciclopedia que se activa cuando haces click derecho sobre un elemento de la pantalla.
En cuanto al sonido, mención especial a la espectacular banda sonora compuesta por Laura Barrett. Son canciones con un toque futurista casi místico que casan con la atmósfera del juego. Cada civilización posee su propia melodía en la pantalla de diplomacia, muy acorde con su personalidad. Por ejemplo, el tema de los alkari te da la sensación de estar volando sobre un gran valle.

Dime si llevo razón o no con lo de la música. Fuente

Volvamos a lo que decía al principio.
Master of Orion II es un juego que muy pocos han conseguido igualar o superar. Ofrece todo lo que un aficionado a los 4X espaciales busca y hace que todas sus partes estén interconectadas con maestría. Puede que la microgestión te pueda jugar una mala pasada pero, en cuanto le coges el tranquillo, disfrutarás como un enano espacial.
Pruébalo si todavía no lo has hecho. No te arrepentirás.

¡No dejes de jugar!

Imágenes sacadas de Mobygames.com

sábado, 16 de septiembre de 2017

Pizza Tycoon: Pizza o plomo.



¡Pizza! ¡El alimento de los dioses!
Sigo sin entender porqué hay gente a la que no le gusta la pizza. Piénsalo, es simplemente una porción de pan con tomate y queso encima. Prácticamente, es un bocadillo que te podrían preparar en el bar de debajo de tu casa. Sí, ese donde todo aquel que se sienta en la barra se cree que sabe de todo.
Cuentan que la pizza nació en Nápoles y que viajó a los EEUU gracias a los inmigrantes italianos que se trasladaron a este país en el siglo XIX. Fue aquí donde la pizza salió de sus fronteras italianas y conquistó al mundo. Desde aquel momento, se crearon miles de recetas con ingredientes diferentes (parece ser que la pizza tal y como la conocemos era la Margarita, en honor a la reina del mismo nombre y cuya receta original contiene tomate, mozzarella, albahaca y aceitunas). El problema de que su popularidad surgiera en EEUU es que se llegó a tomar la pizza por comida basura, algo bastante lejos de la realidad. Hombre, existen pizzas y pizzas pero si las sirven en restaurantes de gran calidad será por algo, ¿no? ¿A quién no le gusta pasarse por el restaurante italiano más famoso de su ciudad para degustar uno de estos bocados celestiales?

Por cierto, ¿te imaginas llevar tu propia pizzería?
Sí, es un trabajo bastante agotador. Si no te sientes con ganas de abrir esta clase de negocios, no desesperes. Puedes probar a hacerlo de manera virtual. ¿Cómo? Con Pizza Tycoon, el juego que analizaré hoy.

Pizza Tycoon fue creado por Software 2000. En realidad, su versión original se llamaba Pizza Connection. Sin embargo, a los chavales de Microprose les gustó la idea tras jugarlo y, al igual que el alimento del que trata el juego, lo importaron hacia EEUU y, a su vez, al mundo (el juego original solo era conocido en su Alemania natal).
En Pizza Tycoon somos el director de una cadena de pizzerías con sede en diferentes países. Tu misión es, comenzando con un humilde restaurante, acaparar el mercado de las pizzerías y nadar en dinero. También puedes convertirte en el émulo de Vito Corleone pero eso lo veremos más adelante.

Existen tres formas de jugar a Pizza Tycoon.
La primera es el modo misión. Para ganar, debemos emular el currículum vitae que se nos proporciona al comienzo de la partida, realizando todo lo que nos dice en la misma fecha. Este modo de juego tiene un gran problema que, en mi opinión, lo hace injugable: debes realizar cada una de las acciones exactamente en la fecha propuesta. Desviarse un poco es sinónimo de derrota. Y es que alguno de los encargos que se nos piden son imposibles de realizar en esa misma fecha. Por ejemplo, abrir tu primer restaurante lleva bastante tiempo debido a que tienes que comprar el equipamiento, realizar tus primeras recetas, comprar los ingredientes necesarios, etc. Juega a este modo por curiosidad pero no te pongas no lances el ratón por la ventana si nunca ganas.
La segunda forma es el modo libre. Este es el más divertido ya que no tenemos que estar pendientes de si realizamos o no una misión en el tiempo establecido. Construye y gestiona tus restaurantes a tu manera. Aunque puedas construir todo lo que quieras, la partida terminará si consigues controlar la mitad del mercado de las pizzerías en cada una de las ciudades del mundo del juego. No obstante, existe un bug que hace imposible que puedas construir más de 200 restaurantes. Es un número bastante considerable (y una pesadilla de la microgestión si no contratas gerentes) así que más que un bug podría considerarse como una medida de seguridad llevada a cabo por los programadores para que tu ordenador no se vaya al carajo a la hora de gestionar tantos cálculos. Recuerda que cuando salió el juego, la memoria RAM se medía en escasos megas.
La tercera forma es el modo rápido. Si no tienes tiempo o ganas de comenzar desde cero, puedes elegir entre comenzar con un pequeño restaurante o uno grande. En tu menú ya estarán disponibles un par de recetas para que solo tengas que gestionar tu negocio.
Cuando hallamos elegido cómo jugar, debemos elegir a nuestro personaje. Existe la friolera de 100 personajes diferentes, cada uno de ellos con sus pros y sus contras. Cuando eliges a uno, el resto formará parte del juego como tu competencia o como empleados en tus restaurantes. Cada personaje es único y eso se agradece. No es lo mismo jugar con un magnate de los negocios que con un tío que ve en la construcción de una pizzería la única forma de salir de la bancarrota.

 Pizzeros: el Juego de Rol.

El juego comienza con un mapa del mundo donde debes elegir en qué ciudad comenzará tu imperio pizzero. Esto no significa que no puedas abrir restaurantes en otras ciudades. De hecho, una de las formas de vencer es controlando la mitad del mercado de cada una de las ciudades. Lo que ocurre es que viajar a la primera ciudad te sale gratis mientras que si te desplazas en mitad del juego deberás pagar el billete de avión.
El tiempo en el mundo de juego pasa en intervalos de 10 minutos equivalentes a unos segundos en el nuestro. Transcurre en tiempo real pero cada día es una fase como si fuera un juego de estrategia por turnos. De hecho, si no tienes nada mejor que hacer, puedes pulsar sobre el botón de pasar turno para que las cosas vayan más rápido. Cuando realizas una acción, el tiempo pasa más rápido. No hay una cantidad de horas fijas para terminar tu trabajo, pues ello depende del nivel de energía de tu personaje. Un personaje con la energía al máximo puede trabajar hasta las 18:00. Esta forma de representar el tiempo hace que el juego disponga de un modo hotseat en el que varios jugadores pueden jugar en un mismo ordenador como si de un Civilization se tratase.
Ante ti verás la ciudad que has elegido. Esta está dividida en distritos. Cada distrito tiene unas características que debes de tener en cuenta a la hora de abrir tu negocio. Es con esta complejidad donde Pizza Tycoon demuestra su fuerza ante otros juegos del mismo tipo de su época. Abrir una pizzería a lo loco es el primer paso hacia la ruina. Debes pensar bien cada paso que vas a dar y para ello, cuentas con diversas herramientas de información a tu disposición. La población de la ciudad está dividida en diferentes grupos sociales, cada uno de ellos con sus propios gustos, no solo a la hora de comer pizza sino también en la forma como decoras tu restaurante. Si abres una pizzería en una zona industrial, sería una mala idea abrir un restaurante gourmet donde un maitre estirado le pregunta a los trabajadores de la siderurgia de al lado si han reservado mesa para esa noche. Además, los gustos de los consumidores van cambiando de temporada en temporada, por lo que un ingrediente estrella puede terminar siendo aborrecido a los pocos meses. Existen varios eventos que influyen en la popularidad de cada uno de los ingredientes, tales como estudios científicos, estado de las cosechas, etc. Tienes que tener en cuenta todos estos factores para que tu negocio sea un éxito.

Los cinco grupos sociales con los que te vas a encontrar. 
De izquierda a derecha son: niños, jóvenes, obreros, yuppies, gente de negocios y ancianos.

Cuando alquilas o compras un local (para ello debes llamar a la agencia inmobiliaria) puedes decorarlo a tu gusto con diferentes tipos de muebles, plantas, máquinas recreativas, etc. Uno de los elementos más importantes son los hornos, pues existen diferentes tipos dependiendo de su calidad y rapidez a la hora de preparar las pizzas. También tienes que saber qué clase de decoración le gustaría a la gente que pulula por la zona. Por ejemplo, si existe un gran porcentaje de adolescentes que visitan tu restaurante, sería una buena idea colocar unas cuantas máquinas recreativas para que se diviertan.
Necesitarás empleados para que tus restaurantes funcionen. En el juego existen tres tipos: cocineros, camareros y gerentes. Cuando eliges a un candidato para el puesto, debes tener en cuenta varias de sus habilidades. Para un cocinero, por ejemplo, debes contratar a alguien con bastante experiencia en la habilidad “cocinar”. Existen otras habilidades bastante curiosas como la “confianza”. Esto significa cómo de responsable es ese empleado ya que, entre otras cosas, puede llegar tarde al trabajo. Puedes mejorar algunas de las características de tus empleados a través de cursillos. Cuestan pasta y mientras está en clase tu empleado no podrá trabajar pero merecen pena. Otro detalle curioso es que tus trabajadores pueden ponerse enfermos, por lo que debemos estar pendientes de si necesitamos un sustituto o no. En cuanto a los gerentes, hacen que tus restaurantes sean dirigidos por la IA, lo que te quita microgestión si tienes varios en varias ciudades. Un pero sería que la IA comete algunos errores en ocasiones, así que no estaría de más vigilarlos de vez en cuando.

Algo me dice que este restaurante es todo un éxito.

Y llegamos al momento que todos estábamos esperando: las pizzas.
Pizza Tycoon viene con un sofisticado editor de pizzas con el que puedes dar vida a cualquier idea que se te pase por la cabeza. Esto es lo que hace a Pizza Tycoon diferente al resto de juegos de gestión con los que comparte estantería: la capacidad de ofrecer un producto a tus clientes tal y como tú lo has concebido en los polvorientos rincones de tu cabeza. A la hora de crear tus pizzas, debes tener en cuenta los gustos de tus clientes. Existen una serie de sabores: grasiento, dulce, salado y picante. Cada grupo social tiene debilidad por uno de estos sabores, así que puedes crear pizzas temáticas dirigidas a uno de estos estamentos. Puedes trocear, rotar y colocar los ingredientes como tú quieras y cómo los colocas influye en la popularidad de tu creación. No es lo mismo una pizza donde todos los ingredientes siguen las reglas de la simetría que otra donde los ingredientes han sido lanzados al tuntún. La libertad de creación es asombrosa. Cuando ya tengas hecha tu pizza, se te dará una puntuación, la posibilidad de bautizarla y cuánto quieres cobrar por ella. Un detalle: el juego venía con un recetario. No es una mera curiosidad, es más bien un sistema antipiratería. Si quería que el juego funcionase a pleno rendimiento, debías crear obligatoriamente tres de las pizzas del recetario. Si no lo hacías, no podías ganar la partida. Estas pizzas son clásicos como la Margarita, la Cuatro Estaciones o la Andrea Doria.
Cuando ya tengas un menú acorde y todo preparado, abre tu restaurante. Eso sí, debes comprar los ingredientes necesarios para tus pizzas a través de los diferentes proveedores que existen en el mundo de juego. Cada uno de ellos te ofrecerá alimentos de una determinada calidad, que influirá en tu popularidad. Puedes realizar pedidos sueltos o llegar a un acuerdo con los proveedores para que te traigan lo que necesites durante un período de tiempo. Con el paso del tiempo, los alimentos que almacenes irán perdiendo calidad, por lo que debes llevar un control sobre tu stock. Los alimentos podridos restan calidad a tus pizzas y no le hacen mucha gracia a los inspectores de sanidad. Si tienes dinero suficiente, puedes comprar o alquilar un almacén donde puedes guardar tus alimentos en cámaras refrigeradas, además de poder exportarlos e importarlos a tus otros restaurantes alrededor del mundo.

¡Que tiemble Ferrán Adriá!

Tras este éxito (o no), puedes abrir más restaurantes para expandir tu negocio, crear campañas de publicidad para darte a conocer al mundo o trastear con el mercado de valores. También puedes pedir préstamos a un banco o firmar un seguro para cubrirte las espaldas en caso de accidente.
Porque los accidentes en este juego pasan a menudo. Y es que Pizza Tycoon tiene la opción de contactar con cierto grupo de personas bastante interesante: la mafia. Para poder acceder a algunas de las opciones que el mundo del crimen organizado tiene disponibles para ti, debes ganarte su confianza haciendo misiones tales como pasar contrabando, destruir otros restaurantes, blanquear dinero, etc. También puedes recurrir al sabotaje, desplegando en los restaurantes enemigos cosas como ratas, bombas fétidas o laxantes, lo que hará caer en picado la reputación de tus competidores. Si esto no es suficiente, puedes ir más allá. Ve a un traficante de armas y pídete un “helado”. Sí, sí, un “helado”. Hay de diferentes sabores, cada uno de ellos haciendo referencia a un tipo de arma. Cuando tengas en tu poder uno de estos ricos postres lácteos rellenos de plomo, puedes infiltrate por la noche en los locales de tus enemigos y, como si de un juego de acción en perspectiva cenital se tratase, manejar a tu personaje para sembrar el caos y la destrucción. Eso sí, lleva cuidado porque te pueden pillar con las manos en la masa. Puedes guardar el armamento que te sobre en un compartimento secreto si dispones de un almacén. Incluso puedes jugar a ser traficante de armas, ya que puedes viajar por el mundo vendiendo y comprando armamento.
También puedes sobornar a las autoridades para que hagan la vista gorda en la siguiente inspección o dejarte en paz con tus asuntos con la familia. Es curioso porque Pizza Tycoon no presenta el lado oscuro del juego como una opción a parte. Tarde o temprano deberás recurrir a los bajos fondos, ya sea para parar el avance de tus competidores o para pedirle un préstamo a la mafia (esto último piénsatelo bien antes de hacerlo. A las mafias no les gusta que les devuelvas el préstamo tarde).

Es hora de "redecorar" el restaurante de la competencia.

Ya hemos visto que Pizza Tycoon tiene jugabilidad y complejidad para parar un tren.
En el apartado gráfico no destaca mucho. En 1994 existían juegos con los mismos o incluso mejores gráficos. No son desagradables porque el toque caricaturesco de estos va a la par con el humor gamberro del que hace gala el juego. Sí que, por ejemplo, podemos ver cosas raras como clientes que desaparecen como por arte de magia de nuestros restaurantes o que se mueven por encima del mobiliario.
En cuanto al apartado sonoro, los únicos temas musicales que escucharás serán los de las máquinas de discos que instales en tus restaurantes. No son nada del otro mundo pero lo curioso es que cada uno de ellos influye en tus clientes. Si abres un local para gente joven, a ninguno de tus clientes les gustará que les pongas música clásica de fondo. Lo mismo que si en un restaurante gourmet pones como hilo musical heavy metal. Los sonidos son también escasos aunque correctos. Por ejemplo, en el mapa de la ciudad, podrás escuchar el tráfico como si estuvieras ahí de verdad.

Pizza Tycoon es un buen juego para los amantes de la gestión. Claro que existen mejores alternativas pero te equivocarías si no le echaras un tiento a esta pequeña joya. Pon las manos en harina y comienza a levantar tu imperio gastronómico. Si es que la mafia te deja, claro.

¡No dejes de jugar!

sábado, 9 de septiembre de 2017

Sword of the Samurai: Quiero ser Shogun en lugar del Shogun.


Sengoku Jidai.
El período de los Estados Combatientes. Este término, cogido prestado del período histórico que acabó con la unificación de China bajo la dinastía Qing, hace referencia a los años comprendidos entre 1467 y 1600 de la Historia de Japón. Probablemente, esta sea la época más convulsa que jamás haya vivido el archipiélago nipón. Los clanes que salpicaban la geografía del país del Sol Naciente luchaban en una guerra total por hacerse con el codiciado título de Shogun: gobernador militar con un poder inimaginable resultado de la debilitación de la figura como gobernante del emperador. El clan que ostentaba este título, los Ashikaga, había perdido tanta fuerza y prestigio que los daimyo más ambiciosos de Japón vieron la oportunidad de ostentar este rango. El primero que lo consiguió fue el legendario Oda Nobunaga, que además realizó la primera unificación del país. Sin embargo, su éxito no duró mucho puesto que uno de sus lugartenientes, Akechi Mitsuhide, tenía una cuenta pendiente con su señor, cuenta que acabó saldándose con el asesinato de Nobunaga. Recogería el testigo Toyotomi Hideyoshi, cuyos conocimientos estratégicos eran inversamente proporcionales a su belleza física (no le llamaban “el Mono” porque fuera muy agradable a la vista, precisamente). Este genio de la guerra consiguió consolidar lo que Nobunaga quería haber realizado si no hubiera cabreado a Mitsuhide. No obstante, tras la muerte de Hideyoshi, una nueva figura histórica hará acto de presencia: Tokugawa Ieyasu. Daimyo del clan Tokugawa, conseguiría definitivamente el título de Shogun tras su victoria en Sekigahara, en el año 1600. Esto llevaría al gobierno de Japón por parte de este clan hasta el año 1869, con el final de las guerras Boshin y el restablecimiento de la figura del emperador como máximo gobernante por parte del emperador Mutsuhito y sus reformas que modernizaron el país en lo que se conoce como restauración Meiji.

El Sengoku Jidai ha sido reflejado en los videojuegos numerosas veces.
Seguro que el primer juego que se te viene a la cabeza es Shogun Total War, de The Creative Assembly, y su inmejorable segunda parte pero también hay otros títulos que versan sobre el tema. Ahí tienes los Nobunaga's Ambition, de Koei, o uno de los padres del género del sigilo y la infiltración: Tenchu.
No obstante, el juego que vengo a analizar no es ninguno de éstos. Poneos vuestro kabuto y agarrad con fuerza vuestra naginata, que aquí llega Sword of the Samurai (SOTS, a partir de ahora).

SOTS forma parte de la colección de videojuegos que Microprose lanzó a finales de los 80 y principios de los 90 cuya característica principal era que la historia transcurría a través de diversos minijuegos. Ya analicé en el blog uno de estos juegos: Sid Meier's Covert Action. También forma parte de esta “saga” el inolvidable Sid Meier's Pirates.

En SOTS comenzamos siendo un samurai vasallo de un hatamoto: uno de los lugartenientes del daimyo del clan al que pertenecemos. Nuestra misión es ir subiendo puestos en la escala social. Primero, debemos ser nombrados hatamoto. Después, daimyo del clan para, finalmente, ir a la conquista del archipiélago para reclamar el título de Shogun.
Al comenzar, debemos crear a nuestra familia. Ser Shogun es un proceso lento que puede durar varias generaciones, siendo una de las mecánicas del juego asegurarnos de tener descendencia para no caer en el olvido casándonos con las hijas de nuestros rivales o a través de bodas concertadas por una celestina.
Primero, deberás elegir a que clan sirves. Prácticamente, todos los clanes conocidos de la época están disponibles y cada uno de ellos, al igual que tu familia, posee ventajas. Por ejemplo, de todos es bien sabido que los Uesugi cuentan con el mejor ejército de todo Japón.
A continuación, debemos elegir cual será la especialidad de nuestra familia. Existen cuatro: Esgrima (mejora nuestra capacidad y aguante en los duelos y en las escenas de acción), Mando (ideal para la batalla), Honor (fundamental, ya que el honor es lo que nos hará ir subiendo puestos en la escala de mando) y Tierras (que muestra lo bueno que eres manteniendo tus feudos).
Cuando hayas elegido la ventaja de tu familia, podrás ponerle nombre a tu primer personaje y a jugar.

 Mira si el juego es original que cada nivel de dificultad
 está representado por un tipo de arma blanca.

Después de haber creado todo a tu gusto, tu señor (en este caso, uno de los cuatro hatamoto de tu daimyo) se presentará y te realizará una breve descripción de cada uno de tus tres rivales. ¿Pensabas que ibas a estar solo? No, hombre. Debes pugnar con otros tres samurai por tan jugoso puesto. Lo mismo ocurrirá cuando seas nombrado hatamoto. Si consigues obtener el puesto de daimyo de tu clan, el juego se tornará en un gigantesco wargame (básicamente, una versión 0.1 de Shogun Total War) en el que deberás conquistar por lo menos 24 provincias, siendo requisito indispensable que una de ellas sea Omi, pues es donde reside el emperador.

¿Cómo llegar a ser Shogun?
En el juego, comienzas en tu propio feudo. Aquí tienes disponibles varias opciones, que van desde equipar a más samurai para tener un mayor ejército hasta entrenarte en el arte del kenjutsu (esgrima) o entrenar a tus tropas para que no estén ociosas. También puedes subir el impuesto sobre el arroz para obtener más tierras ya que el tamaño de tu ejército depende del tamaño de tu feudo pero ten mucho cuidado, pues esto no le hace mucha gracia a los campesinos y si los presionas demasiado puede que estalle una rebelión. Si te sientes realmente generoso, puedes donar parte de tus tierras al templo budista más cercano. Perderás hombres al no tener tierras suficientes para mantenerlos pero ganarás honor.
La última opción disponible es viajar. Aquí es donde podemos movernos por las diferentes provincias que conforman Japón y es la única forma de visitar a otros samurai o a nuestro señor. En el transcurso de nuestros viajes surgirán encuentros aleatorios de diferente índole que podemos evitar o entrar de lleno en ellos. Participar en una batalla puede reportarnos honor pero debemos ser conscientes de nuestra propia capacidad, no vaya a ser que muramos tontamente en combate. Estos encuentros se basan en dos minijuegos: duelo o combate.

 El Japón del siglo XVI es un mundo peligroso. Muy peligroso.

El primero de ellos ocurre cuando nos encontramos con alguien dispuesto a batirse en combate singular con nosotros. Este minijuego es una especie de juego de lucha pero con nuestro personaje de espaldas a nosotros. Utilizando las teclas de ataque y movimiento, podemos realizar varios ataques y defensas. Nuestro objetivo es llenar el contador de heridas de nuestro oponente evitando que él haga lo propio con el nuestro. Si conseguimos vencer, ganaremos honor. La IA de nuestro contrincante y la mecánica del duelo está magistralmente hecha. Se nota que quien está detrás de su programación no es otro que un jovencísimo Sid Meier. La única pega que pondría a este minijuego es que si te acercas demasiado al borde inferior de la pantalla, el juego toma esta acción como que has huido y perderás una gran cantidad de honor. Por eso, es preciso llevar mucho cuidado si nos movemos hacia esta dirección.

¡SLASH! ¡SWISH! ¡CLANG!

El segundo de estos minijuegos es el de acción.
Ante ti aparece tu personaje en perspectiva cenital en el lugar donde se desarrolla la acción: una aldea, un campo de arroz, un castillo, etc. Como si se tratase de una versión samurai de The Legend of Zelda, debes hacer frente a un número de enemigos que vienen a por ti. Manejas a tu personaje con los cursores y la tecla de ataque. Si te encuentras a un enemigo en la distancia, tu personaje utilizará el arco para atacar, mientras que desenfundará su espada cuando un asqueroso ronin se le ponga delante de las narices. Una de las cosas que más me ha llamado la atención de este modo es que el terreno influye en el movimiento de tu personaje y sus enemigos. Intenta andar por un campo de arroz anegado y verás lo que es el sufrimiento. Además, la IA es sorprendetemente creativa. Sabe cuando atacar, pillarte desprevenido, flanquearte e, incluso, huir en caso de ver a sus compañeros siendo masacrados sin piedad. La variedad de enemigos es sorprendente: samurai, lanceros, arqueros, arcabuceros (se diferencian de los arqueros en que puedes esquivar las flechas, no las balas) y ninjas (que tienen la mala costumbre de aparecer cuando están delante de tus narices). Tu personaje posee solo dos puntos de vida. Si es herido, le costará moverse mientras que si recibe otro golpe, caerá al suelo inconsciente. Por cierto, luchar en el interior de un castillo es un infierno realmente divertido, además de que puedes entrar en sus habitaciones y existen sistemas de alarma que alertan a sus moradores de tu presencia.

Si aprecias tu vida, será mejor que esquives esa lanza.

Si visitamos a otros samurai, tendremos la opción de insultarlos para ganarnos su odio o de invitarlos a una ceremonia del té para limar asperezas. Esto da un toque de diplomacia al juego, ya que si atacamos a uno de nuestros “compañeros” podemos argüir que lo hacíamos en defensa propia. Además, si un samurai tiene una hija casadera, podemos concertar un matrimonio.
En el caso de ver a nuestro señor, tenemos la opción de realizar alguno de los encargos que pide para poder ganarnos su simpatía.

Para entrar en batalla, debemos viajar con nuestro ejército.
Esto es algo arriesgado, pues nuestros enemigos pueden aprovechar que no hay nadie en nuestras tierras para atacarnos (el juego no tiene en cuenta que era costumbre en la época instruir a las mujeres en combate para que defendieran el feudo mientras sus maridos estaban fuera).
También podemos entrar en batalla si nuestro feudo está siendo atacado pero tenemos a nuestro ejército apostado en el lugar.
Cuando llegamos a una localización, podemos usar nuestro ejército para ayudar a un amigo en apuros o conquistar los feudos de otros samurai. También podemos usarlo para defender nuestra provincia del ataque de otros clanes, revueltas o los puñeteros sohei, que lo único que hacen es dar la brasa, cuando nuestro daimyo lo requiera.
El minijuego de batallas es un wargame en tiempo real al uso. Comenzamos con nuestras tropas desplegadas en el campo de batalla. Al principio, se nos pide qué formación queremos adoptar y, si somos atacantes, que camino tomar para llegar al enemigo. Cuando terminemos esta configuración, nuestras tropas se lanzarán al ataque. Durante la batalla, podremos seleccionarlas y darles nuevas órdenes. Una característica sorprendente para un juego de esta época es que el terreno influye en el movimiento de las unidades, siendo más trabajoso moverse por zonas pantanosas que por pradera. Además, se pueden camuflar tropas en los bosques, pudiendo crear auténticas emboscadas. El juego también tiene en cuenta la moral de las tropas, que saldrán por piernas en cuanto la cosa se ponga fea.
Por supuesto, también tiene sus contras. Las unidades pueden quedarse atascadas si se juntan unas con otras, sin la posibilidad de moverse entre ellas para esquivarse. Tampoco puedes elegir qué tropas quieres posicionar en la batalla. Eso depende más del tamaño de tu ejército. A mayor cantidad de hombres, más tipos de tropas serán a las que tengas acceso. Las clases de unidades son lanceros, caballería, arqueros y arcabuceros. No hay mucho donde escoger pero, oye, menos da una piedra.

 
Espero que hayas estudiado a Sun Tzu.

La tercera forma de viajar es disfrazado de ronin, o sea, como un samurai que ha perdido a su señor.
Lo malo de esta forma de viajar es que no recibirás honor si realizas un acto de valor porque nadie te va a reconocer. La parte buena es que es aquí donde puedes convertirte en un Maquiavelo japonés llevando a cabo la máxima de que el fin justifica los medios. En cristiano: te permite acceder a los actos de subterfugio. Asesinar a tus rivales, secuestrar a miembros de su familia, colocar pruebas incriminatorias para que sean acusados de un crimen que no cometieron, etc. Todas estas barrabasadas son las que puedes realizar para alcanzar tu sueño de ser Shogun de la forma menos ética posible. Vale, también puedes ir vestido de ronin para rescatar a alguien de tu familia.
Estas acciones de espionaje, que se realizan a través del minijuego de combate, tienen un contra: si eres descubierto, la deshonra es tal que tu señor te obligará a cometer seppuku. Ya sabes, el suicidio por honor, excepto si has rescatado a miembros de tu propia familia, que eso es legítimo hacerlo. Así que ándate con ojo y piensa bien si merece la pena colocar unos documentos de sospechosa procedencia que dicen que uno de tus rivales ha estado haciendo tratos con el clan rival al lado de su almohada.

El espionaje es de cobardes pero da un gustirrinín...

Para ayudarte en tu camino hacia el shogunado, el juego viene con tres menús de información accesibles a través de las teclas de función y que amplian aún más el carácter estratégico del juego.
El primero te muestra a ti y a tus rivales. Si eliges uno de los retratos, puedes recibir información detallada de cada uno de ellos: familia, tierras, edad, tamaño de sus ejércitos, etc. Además, su posición en el menú principal indica quién está más cerca de subir de rango.
El segundo es un mapa de Japón que te indica en qué provincia te encuentras. Este menú será muy importante cuando te conviertas en el daimyo de tu clan, ya que te permite viajar de una provincia a otra rápidamente, además de decirte cuántas están bajo tu poder.
El tercero es solo una evaluación rápida de qué es lo que estáis haciendo tú y tus rivales en ese mismo momento y qué encargos de tu señor están disponibles.

Al finalizar la partida, que sucede cuando has conquistado el número de provincias mínimas para activar la opción de reclamar el título de Shogun, se te mostrará una pantalla en la que se te describirá cómo la Historia ha visto tu gobierno. Lo curioso de todo es que el juego incluye diversos factores a la hora de puntuarte. Uno de ellos es el número de provincias que te has dejado sin conquistar. Si son muchas y pertenecientes a clanes poderosos, puede ocurrir que lo que tú creías era una victoria aplastante se transforme en una pírrica, pues se te dirá que varios daimyo unieron sus fuerzas para derrocarte años después (si Oda Nobunaga no pudo disfrutar de su shogunado, tú tampoco). Esto hace que los jugadores se tomen en serio el objetivo final del juego y no vayan como pollo sin cabeza a la hora de alcanzarlo. Si tienes que tirarte más tiempo conquistando las provincias de otros clanes que puedan ser un peligro para tu gobierno antes de proclamarte Shogun, hazlo.

¿Serás capaz de conquistar todo Japón?

Todo lo que aparece en el juego se controla con el teclado o con un joystick. Por aquel entonces, no existían los ratones. Al principio te resultará raro jugar de esta manera y más cuando tienes que mover el cursor con forma de abanico en el minijuego de batallas pero, tranquilo, te acostumbrarás. Eso sí, no puedes reconfigurar las teclas, por lo que es recomendable que leas el suplemento técnico que viene con el manual. Sí, en aquellos tiempos, además del manual, el juego venía con suplementos de instalación y demás.

En cuanto a los gráficos, bueno, es un juego de finales de los 80. No le pidas más. Entre las opciones de tarjeta gráfica que aparecen al principio del juego, recomiendo jugar con una VGA a 256 colores. Cabe mencionar que tanto los retratos de los personajes como las escenas que aparecen a lo largo del juego están dibujadas con el estilo de las ilustraciones japonesas del siglo XVI. Son preciosas y te meten de lleno en la atmósfera de la época. Decir también que, excepto el de tu personaje, los retratos de los diferentes señores y samurai son aleatorios, con lo que no tienes la sensación de estar enfrentándote a los mismos rivales una y otra vez. Eso sí, las ilustraciones de los fondos son pocas y aunque bellas de contemplar, pueden llegar a ser repetitivas para algunas personas.

 Las imágenes que acompañan al texto son auténticas obras de arte.

En el plano sonoro, el juego utiliza la misma tarjeta de sonido tanto para la música como para los sonidos. Recomendable elegir Adlib, puesto que el sonido del juego fue compuesto expresamente para esta tarjeta. Puedes elegir una Roland pero aunque la música tendrá mejor definición, los sonidos pasarán de ser unos SLASH o PLONK a un gong sin ningún tipo de sentido.
La banda sonora, a pesar de tener pocos temas, es sensacional y consigue emular el sonido característico de la música tradicional japonesa. Mi tema favorito es el del minijuego de batallas, un vibrante tema en el que la tarjeta de sonido copia el sonido inconfundible de un conjunto de taiko, los gigantescos tambores japoneses.

Sword of the Samurai es un clasicazo que sigue siendo divertido a día de hoy. Te sorprenderás de lo adictivo que es, haciendo que los jugadores más tiquismiquis con el apartado gráfico se sumerjan en el convulso mundo del Japón del Sengoku Jidai.
¿Serás el próximo Shogun?
¡No dejes de jugar!

Imágenes procedentes de Mobygames.

viernes, 1 de septiembre de 2017

Majesty - The Fantasy Kingdom Sim: Es complicado ser rey.


Ser rey no es fácil.
Sí, hay gente que cree que ser monarca es sinónimo de vivir bien y de no tener que preocuparse por llegar a fin de mes. El problema es que esta opinión viene a raíz de las monarquías actuales, que están subvencionadas por el estado. Déjame decirte que ser rey del siglo XIX para abajo era una prueba de fuego que muy pocos aguantarían. Revoluciones, endogamia, bancarrotas, horribles enfermedades, traiciones... Ser rey era de todo menos un chollo. Por no decir si te tocaba un primer ministro como Richelieu o Bismark, que gobernaba más que tú. No, ser rey no era una tarea fácil.
Y si hablamos de mundos de fantasía, ya ni te digo. A todo esto se suma el tener que batallar con dragones, hordas de no muertos, magos cabreados que pueden convertir en ovejas a tus ejércitos con solo pestañear... Mira si no al pobre Theoden antes de que lo visite Gandalf. Ahí lo tienes, convertido en una marioneta de un poder siniestro sin que él se diera cuenta.
Si te ríes, eso es que nunca has jugado a Majesty: The Fantasy Kingdom Sim. En cuanto lo hagas, me darás la razón.

Majesty es obra de Cyberlore Studios, creadores también del 4X de ciencia ficción Deadlock.
En Majesty somos el monarca de Ardania, un peculiar reino de fantasía que retuerce algunos de los clichés de este género literario. Después de que nuestra madre muriera, hemos heredado la corona como legítimo heredero. No obstante, la muerte de la anterior monarca ha puesto el reino patas arriba. ¿Recuerdas los problemas a los que te enfrentabas como monarca que he explicado más arriba? Pues eso multiplicado por siete. Una cosa antes de seguir: lo que voy a analizar es la edición de oro que viene con la expansión Northern Expansion.
Majesty tuvo una gran acogida debido a su innovador sistema de órdenes. Te lo explico detenidamente.

Una partida de Majesty comienza con nuestro palacio. Para vencer, debemos realizar los objetivos de la misión como buen RTS que se precie. Estos objetivos van desde acabar con una serie de guaridas de monstruos hasta recaudar una cantidad de dinero. He de advertirte que algunas misiones de la campaña son horriblemente difíciles. Si te frustras, es normal, a mí también me ha pasado de acabar dándome de cabezazos contra el teclado. No obstante, con un poco de práctica, puedes cogerles el truco y vencer. Además, podemos generar nuestras propias misiones con el generador aleatorio. Solamente tenemos elegir que nivel de dificultad queremos y ya está. La expansión incluye un nuevo generador que nos permite modificar diferentes parámetros del mapa que vamos a jugar, como los objetivos a batir, si queremos empezar con un pequeño asentamiento o que aparezcan durante la partida elementos aleatorios tales como un cataclismo mágico o una terrorífica abominación que destruye todo aquello que encuentra a su paso cuando hace acto de presencia en el mapa.
Nuestro palacio, como he dicho, es el pilar fundamental de nuestro reino. Si es destruido, se acabó la partida. Desde él podemos ordenar qué edificios queremos construir en nuestro reino. Para acceder a edificios más avanzados, debemos mejorarlo, constando éste de tres niveles de mejora. No solo nuestro palacio puede mejorarse. Muchos de los edificios cuentan con tecnologías que puedes investigar para acceder a nuevas opciones. Por ejemplo, en el bazar mágico podemos desarrollar una poción que permite a nuestros héroes hacerse completamente invisibles.

 El palacio es el centro de nuestro poder. Si es destruido... Bueno... 
¿Conoces la historia del rey Farouk de Egipto? 
Para que nuestro reino prospere, debemos construir gremios de héroes. Desde estos edificios podemos contratar héroes que defenderán nuestras tierras de las hordas de la oscuridad. Los héroes no solo permiten atacar o defender sino que al venir a nuestro reino, se traen a sus familias. Esto significa que podemos recaudar dinero a través de impuestos si nuestros recaudadores visitan sus hogares. Nuestros héroes, además, necesitan que les proporcionemos servicios tales como mercados o herrerías donde puedan comprar nuevo equipamiento o aprender nuevas habilidades. Como si de un juego de rol se tratase, pueden ganar experiencia y subir de nivel.
Sin embargo, aquí llega la novedad del juego: no podemos dar órdenes directas a nuestros héroes. Si quieres que Sir Ganelon de Lys le de matarile a ese maldito vampiro, no puedes seleccionarlo y hacer click derecho sobre el chupasangres para mostrarle a tan aguerrido caballero a quien quieres matar. No. Para ello están las banderas de recompensas. Existen dos clases: de combate y de exploración. Cuando colocas una de éstas sobre un objetivo, debes ajustar qué cantidad de oro quieres ofrecer a los héroes que decidan llevar a cabo tan gran empresa. Si a tus héroes ven que la recompensa es justa en función de la peligrosidad de la misión, aceptarán ir al lugar marcado. Si ganan, se llevan el dinero, dinero que gastarán en tu reino. Así, gastar oro en recompensas beneficiará a tu economía, siempre y cuando no te pases de la raya. Es normal en tu primera partida gastar todo el dinero que tienes en recompensas y quedarte sin pasta para poder construir esa torre de vigilancia que tanto necesitas aunque he de decirte que los guardias de primer nivel son bastante débiles para mi gusto.

Vas a necesitar toneladas de oro para que tus héroes quieran asediar esa cosa.
A ambos lados de la fortaleza puedes ver unas banderas de recompensa por exploración.

Otra cosa en la que destaca Majesty es en su ambientación. Sí, tienes a los clásicos enanos y elfos pero para el carro. En Ardania, nada es lo que parece. Los elfos son grandes tiradores, no cabe duda, pero entre ir a luchar contra un dragón o pasarse la tarde jugando a las cartas y emborrachándose, lo segundo es lo primero. Tienes monjes guerreros que luchan a puñetazos mientras guardan un estricto voto de silencio. ¡Es más! Puedes reclutar a unas sacerdotisas que buscan morir en combate lo antes posible. Todo está impregnado de un sentido del humor agudo que se ríe de los clichés de fantasía convencionales. Solamente tienes que oír los diálogos de tu consejero antes y después de una misión de la campaña.
Un punto a favor es que el mundo en el que juegas da la sensación de estar realmente vivo. Esto es posible gracias a algunos edificios que aparecen en tu reino cuando consigues cierto objetivo. Por ejemplo, si tus héroes caen como moscas, alrededor de tu palacio comenzarán a surgir cementerios para mostrar la alta tasa de mortalidad de tus súbditos. No obstante, se echa de menos el poder interaccionar con otros reinos por vía diplomática. Puedes crear rutas de comercio pero estas funcionan de manera extraña: construyes un puesto de comercio lejos del centro de tu reino y este envía automáticamente carromatos cargados de oro. Raro.

 Esas entradas a las cloacas surgen cuando tu reino es bastante grande. 
Tienen la mala costumbre de vomitar primos ardanios de los skaven.

El juego presenta unos gráficos 2D en perspectiva isométrica preciosos. Además, los retratos de los edificios y unidades están hechos a mano, con un estilo de cómic que casa con la atmósfera del juego. El único problema que veo es que el motor del juego impide rotar la cámara para poder ver lo que está pasando detrás de tus edificios, por lo que un enemigo puede estar atacando una de tus edificaciones sin que tú te des cuenta. Por lo demás, el detalle tanto en las unidades como en las edificaciones y elementos del escenario es realmente asombroso.
El sonido es una pasada. Hasta el más mínimo detalle tiene su propia forma sonora de hacernos saber de su existencia. Por ejemplo, si hay alguien en el interior de un gremio, podremos escuchar a sus moradores hablando o roncando. Las voces de los personajes son de diez. Tienen diferentes líneas de diálogo en función de lo que está pasando a su alrededor. Si hasta los monstruos tienen su propia manera de hacernos ver sus intenciones. La música es preciosa, con unos temas de corte medieval, pocos pero memorables.

¡Prepárate para la aventura, oh, rey de Ardania!

En 2012, la edición de oro de Majesty fue relanzada con gráficos en Alta Definición y soporte por parte de sus desarrolladores para acabar con los escasos bugs que quedaban pendientes en su versión original. Las imágenes que acompañan a este post son de ésta versión.

Majesty es un interesante juego de gestión mezcla de RTS que todo el mundo debería probar.
Tu trono te aguarda, majestad. ¿Estás preparado para gobernar al pueblo de Ardania?

¡No dejes de jugar!

Imágenes del juego procedentes de Mobygames.