viernes, 23 de junio de 2017

Age of Empires: En el principio de los tiempos...


Hay juegos que te marcan de por vida.
Juegos que, pasen los años que pasen, vuelves a revisitar de cuando en cuando para volver a sentir esa magia que los hacía únicos. Juegos que hicieron que te interesaras por un género en concreto. Juegos que te traen recuerdos de esas tardes en las que quedabas en casa de algún colega para jugarlos una y otra vez mientras intercambiabas sobre qué había que hacer en cada momento.

El E3 de este año ha dado grandes bombazos y si hay uno que hizo que me levantara del asiento para aplaudir fue el anuncio de Microsoft de lanzar una edición remasterizada del mítico e inolvidable Age of Empires. Porque este juego es el culpable de mi afición a la estrategia y a la cultura clásica, de haber pasado inolvidables momentos delante de la pantalla de un ordenador, ya sea en casa de algún colega que lo tenía o echando mano de aquella versión ripeada (sin vídeos, en este caso) sacada de un CD-MIX (la única manera en los 90 de acceder a juegos pirateados. ¿Qué? Yo también tengo un pasado oscuro). Pude hacerme con una copia original en su edición de oro (que es la que analizaré en esta entrada para ahorrarnos tiempo), junto a la sobresaliente expansión Rise of Rome, años después gracias a la colección Codegame de Ubisoft (algunas veces hace las cosas bien) como regalo tras aprobar la Selectividad. Supongo que tú también empezaste en este género gracias a esta obra maestra.

Desarrollado en 1997 por Ensemble Studios, con Bruce Shelley a la cabeza, y distribuido por Microsoft, Age of Empires recogió los halagos de crítica y público debido a la idea en que se basaba. Lo que Shelley y su equipo querían era mezclar la jugabilidad típica de un RTS como Warcraft y añadirle el elemento de desarrollo de una civilización a lo largo de la Historia de Sid Meier's Civilization. Ahí es nada. ¿Dieron en el clavo? Su expansión, sus dos secuelas (también con sus propias expansiones) spinoffs como Age of Mythology, reediciones e incluso una versión para móviles atestiguan el triunfo de esta saga. ¡Si hasta llegaron a regalarlo con los cereales!

Esta portada vivirá por siempre en mi corazoncito de estratega. Fuente

Supongo que si no has estado en una cueva de Marte con los oídos taponados, como diría Cecil Terwilliger, sabrás de qué va el juego. Para los que no, (en serio, ¿cómo es posible que no sepáis de qué va Age of Empires?), he aquí una breve descripción.
En Age of Empires eres el gobernante inmortal (porque el paso del tiempo no te afecta) de una civilización histórica. En la primera entrega de la saga, Ensemble quiso ambientar la acción entre la Edad de Piedra y la Edad del Hierro. Comenzamos siendo un grupo de cazadores y recolectores para llegar a convertirnos en un basto imperio que ríase usted de Roma. Para ello, debemos recolectar recursos, investigar nuevas tecnologías, entrenar unidades, construir edificios, etc.
El juego cuenta con dos tipos de unidades: civiles y militares. Las primeras realizan los trabajos más serviles como la recolección y la construcción, mientras que las segundas son las encargadas de defender nuestro imperio de aquellas civilizaciones que nos quieren ver en ruinas. Dentro de estas últimas tenemos infantería cuerpo a cuerpo, arqueros, caballería, embarcaciones, etc.
Existen cuatro recursos en el juego. El primero es la comida, que se obtiene de la caza, la pesca, la recolección de bayas silvestres y la agricultura. El segundo es la madera, que se consigue talando árboles (es lógico). El tercero es la piedra, accesible solo si explotamos una cantera. El cuarto y último es el oro, que se puede obtener tanto de las minas que pueblan el mapa como del comercio marítimo. Estos recursos son necesarios para poder desarrollar nuestra civilización ya que las unidades, edificios y tecnologías cuestan una cantidad específica. Si no tenemos suficientes, el desarrollo de nuestro glorioso imperio se verá lastrado y pasarás de ser la luz del mundo a formar parte de la lista oficial de pueblos conquistados por Alejandro Magno.
Los edificios que podemos construir son variados. Desde graneros para depositar comida, muelles para construir barcos, templos para ordenar sacerdotes hasta barracas para entrenar unidades de combate cuerpo a cuerpo o la importantísima plaza central, núcleo de nuestra civilización y el único lugar donde podemos entrenar aldeanos. Las casas son también un edificio muy importante, aunque no lo parezca. Debemos construirlas para aumentar nuestro límite de población y, así, poder entrenar más unidades. Luego está la maravilla, un impresionante edificio que puede otorgarnos la victoria si conseguimos mantenerlo en pie durante un período de tiempo.
Las tecnologías son fundamentales. Unas te permiten mejorar algunos aspectos de tu civilización, tales como la arquitectura, que permite que nuestros aldeanos construyan los edificios más deprisa. Otras sirven para mejorar a tus unidades. En esta categoría cabrían destacar los diferentes tipos de armamento o las que te permiten que evolucionen a un tipo de unidad más avanzado. Por último, en la plaza central, puedes investigar el cambio de época. Esta tecnología es muy importante (inhumanamente importante), pues te permite avanzar en el tiempo y acceder a nuevas unidades, edificios y tecnologías. Normalmente cuesta una cantidad de comida y es obligatorio tener, por lo menos, dos edificios de la edad en la que te encuentras para poder activarla. Quedarte atrás tecnológicamente hablando es un grave error. Muy, muy grave error. Imagina que vas feliz por el campo con tus soldados, creyéndote el amo del mundo, y resulta que los hititas te están esperando con un contingente de arqueros. ¡Y no dispones de la tecnología necesaria para hacerles frente! Ni corazas que puedan proteger a tus unidades de las flechas ni de unidades de caballería que puedan arramblar con ellas en un periquete. Lo siguiente que ocurrirá con toda probabilidad es que tengas que entregar las llaves de la ciudad a Hattusilis III (el rey hitita enemigo mortal de Ramsés II. Sí, el de “No me toques las narices, Moisés, o te paso por encima con mi carro de guerra”) y no precisamente por llevar a cabo obras benéficas.
Cuando te sientas preparado, puedes iniciar un ataque a gran escala para demostrar al mundo quién es su rey. Debes demostrar tus dotes tácticas y que aquel ejemplar de El arte de la guerra que te compraste la semana pasada sirve para algo. Las unidades militares no siguen el sistema de piedra-papel-tijera que se ha hecho muy popular en los RTS. Al contrario, cada unidad tiene sus pros y sus contras. Por ejemplo, asaetear a tus enemigos con arqueros está bien y más si los posicionas en lo alto de un desfiladero, pues ganan bonificaciones de ataque por altura. Sin embargo, una unidad de infantería cuerpo a cuerpo que lleve una armadura que ni la de Demetrio Poliorcetes (el tipo que inventó la poliorcética, o sea, el arte de asediar fortalezas) puede llegar hasta aquel lugar y dar cuenta de tus unidades. ¡Y cuidado con los sacerdotes! Esos tipos son débiles pero pueden hacer un estropicio gracias a su habilidad de convertir a las unidades enemigas a su causa. También pueden convertir edificios si investigas el monoteísmo. Supongo que será un guiño al “reciclaje” de templos paganos por parte del cristianismo para su uso exclusivo, vaya usted a saber.
Para vencer en una partida, debes acabar con todos tus enemigos o conseguir mantener a salvo tu maravilla durante un tiempo. Los jugadores van ganando puntos conforme van construyendo nuevos edificios, entrenando nuevas unidades, investigando nuevas tecnologías, acabando con unidades enemigas, etc. Existen también unos pequeños objetivos en forma de artefactos, descubrimientos (dibujos en el suelo parecidos al Caballo Blanco de Westbury, en Reino Unido) y ruinas de antiguas civilizaciones en plan Stonehenge (también en Reino Unido, fíjate) que permiten aumentar la puntuación de quien los controle.

La Edad de Piedra según Ensemble Studios. Fuente

Ahora, mis impresiones.
Lo que más me gusta de Age of Empires es su jugabilidad y accesibilidad. Todas las funciones del juego pueden aprenderse en cuestión de segundos pero jugarlo supone un reto agradable. Como dicen los ingleses: Easy to learn, hard to master. Es conveniente jugar al tutorial, obviamente, y el de Age of Empires está bien estructurado, siendo una campaña completa en la que vivirás la Historia de Egipto en primera persona (bueno, en perspectiva isométrica si nos ponemos tiquismiquis).
Cada civilización representada en el juego es diferente y tiene sus propias ventajas y desventajas. Por ejemplo, los arqueros asirios son más rápidos a la hora de disparar, los sacerdotes egipcios tienen mayor alcance de conversión o los persas son cazadores más eficientes. Siempre hay una civilización para cada tipo de jugador y eso se agradece mucho. No soporto un juego de estrategia donde todas las facciones sean exactamente iguales.
La documentación es una pasada. Todas las campañas disponen de una pestaña en la pantalla de información de la misión donde puedes conocer aspectos históricos de la civilización o acontecimiento que estás a punto de jugar. Si alguien dice que no puedes aprender Historia con los videojuegos, por favor, dale una patada en la entrepierna de mi parte.
A nivel gráfico, el juego es correcto. Puedes ver a tus aldeanos llevar a cabo sus tareas con todo lujo de detalle y a tus unidades militares luchar con valentía, todo ello en perspectiva isométrica aunque nos parezca raro que las unidades sean tan altas como los árboles y los edificios (un hoplita tan alto como un zigurat es el sueño húmedo de cualquier conquistador helénico). El juego divide los edificios de las civilizaciones en cuatro culturas: helenística, mesopotámica, oriental y egipcia. Rise of Rome añade la arquitectura latina al conjunto. No obstante, esto es solo para los edificios, pues las unidades son exactamente iguales en todas las culturas. Aquí el juego deja bastante que desear, pues ver a un guerrero yamato (cultura asentada en lo que hoy conocemos como Japón) con un casco corintio y un linotórax (la protección para el pecho griega por antonomasia) choca demasiado.
El sonido es excepcional. Todo está representado a conciencia: los gruñidos de los animales que cazas, el entrechocar de las espadas en una batalla, el sonido de los remos de un barco al chocar con el agua... Mención a parte para el mítico, legendario y escalofriante (sí, cuando lo oyes, te arrepientes de haber enviado a tus tropas sin las debidas precauciones) cántico de los sacerdotes que lanzan a la hora de convertir unidades enemigas a su bando. ¡Wololo toda lo noche!
La banda sonora se ha convertido en un clásico. Compuesta por Stephen Rippy con ayuda de su hermano David, está formada por temas de corte casi místico, utilizando instrumentos y sonidos propios de la época. ¿A quién no se le cae una lagrimilla cuando comienzan a sonar los primeros acordes de Medieval Melody? Como dato curioso, decir que habían dos versiones de la banda sonora: una en formato de alta calidad que sonaba cuando jugabas con el CD dentro del lector y una versión de ésta en formato MIDI cuando no tenías puesto el disco. Por alguna extraña razón, la edición de oro solo tiene disponible esta última (esta vez, sí, tirón de orejas para Ubisoft).

No te avergüences. Deja que los sentimientos fluyan con naturalidad. Fuente

En cuanto a los puntos negativos, tal vez el más acuciante sea el estilo de juego, que puede llegar a ser repetitivo si buscas algo más que enviar a gente a la muerte... Perdón... A defender la patria.
En Age of Empires desarrollas tu civilización a lo largo del tiempo pero no deja de ser un RTS más si profundizamos a fondo en el juego. Todo se reduce a recoger recursos para mejorar tu ejército y crear el máximo número de unidades posible para acabar con tus enemigos. El comercio existe pero se reduce a enviar barcos mercantes con mercancías a otros puertos para conseguir oro y no tiene demasiada lógica debido al sistema de diplomacia. La diplomacia, algo fundamental en un juego donde varias civilizaciones interaccionan en un mismo mapa, es anecdótica. Se basa simplemente en cambiar de postura (enemigo, neutral o aliado) a cambio de un tributo. Esto lleva a cosas tan extrañas como que tus barcos y los del enemigo ataquen las rutas comerciales que son provechosas para ambos. Si comercias con los fenicios, ¿por qué tus barcos atacan sus naves? A ello se añade que el uso de la pluma por parte de la IA es casi inexistente, prefiriendo pasarte por la espada. Hubiera sido más coherente diseñar un sistema de diplomacia parecido al de Civilization, con posibilidad de firmar varios tipos de tratados. En un RTS es posible y así lo demuestra la saga Seven Kingdoms.
Otro punto negativo es, como he dicho ya más arriba, que las unidades son todas iguales independientemente de la civilización con la que juegas. Es más, hay unidades históricas que son entrenadas por civilizaciones que jamás adoptaron esta clase de cuerpos militares. Ver a los sumerios (la primera civilización de la Historia) con centuriones y legionarios propios de Roma hace que se me hinche un poco la vena. Ahí los desarrolladores patinaron un poco.
La inteligencia artificial también tiene sus fallitos. Cuando dos o varias unidades se interponen porque sus caminos se cruzan o porque hay un edificio u obstáculo en medio, la IA tarda unos segundos en dilucidar quién tiene preferencia. Esos segundos son valiosos, pues esas unidades podrían estar recogiendo recursos o aplastando al enemigo. Además, tus unidades solo poseen dos opciones de postura para hacer frente al enemigo: mantener la posición o no. Si no andas listo, tus ejércitos pueden dispersarse por el mapa persiguiendo a un aldeano de una civilización enemiga, dejándote con el culo al aire.
El límite de población es de risa. Exactamente, puedes controlar en una partida hasta 500 unidades, convirtiendo las batallas en pequeñas escaramuzas que no tienen nada que ver con la guerra en la Antigüedad. Sin embargo, perdono esta carencia, pues en la época en la que salió el juego, sería imposible que la tecnología existente para su desarrollo pudiera mover un número ingente de unidades como lo harían en el futuro otros juegos como Cossacks o los Total War.
Otra carencia que le veo al juego son las propias civilizaciones. La expansión solucionó el que Roma no estuviera disponible en un juego que está ambientado en la Antigüedad y que llega, cronológicamente, hasta el ascenso de la urbe del Lazio como potencia mundial. Las nuevas civilizaciones molan. Algunas de ellas aparecen muy poco en otros juegos de similar temática, como Macedonia o Palmira. Sin embargo, que la expansión versara sobre la Historia de Roma y se dejara a un lado a celtas, germanos, íberos o dacios es bastante lamentable. Ya lo notarás cuando juegues la campaña de Julio César y te encuentres a los arvernos (una de las tribus galas que se enfrentó al tío Julio) construyendo edificios con arquitectura egipcia. Ya que crearon un nuevo tipo de arquitectura para las culturas latinas, ¿qué les costaba hacer uno nuevo que englobara a todas estas civilizaciones, que podrían formar parte de un conjunto arquitectónico celtíbero?

Roma es la luz. O eso dicen. Fuente

No obstante, y pese a sus fallos, Age of Empires se ha ganado el apelativo de clásico. Ojalá el remake los solvente, ya sea en el propio juego o con una posterior expansión al igual que se ha hecho con la edición en Alta Definición de la segunda entrega de la saga.
Por ahora, seguiré liderando a los romanos en pos de la gloria mientras escucho a mis legiones gritar Abruptus! y, así, recordar los viejos tiempos.
Por cierto, si tienes la versión original del juego y su expansión o la edición de oro y quieres volver a jugar, te aconsejo que instales Upatch. Este parche no oficial previene cualquier incompatibilidad que el juego pudiera experimentar con los nuevos sistemas operativos y hardware (por muy bonita que sea, el agua de colorines no es natural), además de poder jugar con resoluciones de Alta Definición y solventar algunos bugs que quedaron en el aire.

Nos vemos el viernes que viene.
¡No dejes de jugar!


Sé que lo estabas deseando. ¡A bailar! Fuente

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