viernes, 16 de junio de 2017

Jazz Jackrabbit: La liebre y la tortuga


Probablemente, la mayoría de los que están leyendo esta entrada se adentraron en el mundo de los videojuegos a través del género conocido como plataformas. Eran los juegos más comunes en las primeras décadas de vida del ocio electrónico y eran los que menos costaban de comprender para mentes infantiles como las nuestras. Simplemente pulsa un botón para avanzar, otro para disparar y un último para saltar. Pese a su simplicidad, este género podía llegar a dar horas de entretenimiento, más cuando te quedabas atascado en un nivel (y creo que no soy el único que odia los niveles acuáticos).
Cuando hablo de plataformeo, lo primero que se te puede venir a la mente son a los dos grandes exponentes del género: Mario y Sonic. El fontanero italiano de Nintendo y el erizo azul de Sega son dos de los mayores iconos de esta forma de entender los videojuegos, al igual que Duke Nukem en la acción o Solid Snake en el tema del sigilo.
Las consolas de los dos titanes de los videojuegos a principios de los 90 tenían a sus mascotas pero, ¿qué pasaba con aquellos que nos criamos con un teclado y un ratón entre las manos? El PC no tenía un claro representante en cuanto se refería a este género. Sí, habían salido juegos de este tipo muy buenos, como la saga Commander Keen o BioMenace, pero nadie identificaba al plataformeo en ordenador con los protagonistas de estos videojuegos. Hasta que en 1994, Epic Megagames nos presentó a un conejo de color verde con nombre de género de música ligera.

Vale, lo admito: la portada dejaba bastante que desear. Fuente

Plataformas en PC es sinónimo de Jazz Jackrabbit.
Como ya he dicho, fue desarrollado por Epic, siendo sus creadores Arjan Brusee y un jovencísimo Cliff Bleszinski antes de que se obsesionara con los hombres hipermusculados armados con armas que se parecen sospechosamente a las usadas por el Adeptus Astartes.
Tuve la suerte de tener mi primer encuentro con este juego cuando mi primo Sergio se compró la versión shareware en disquete que contenía el primer capítulo, distribuida en España por Friendware. Para los que no lo sepan, shareware era una forma de distribución de videojuegos bastante común a principios de los 90. Consistía en que la compañía publicaba el juego por episodios. Si te gustaba, podías encargar el siguiente episodio o comprarlos todos de una tacada. La segunda opción reportaba también regalos tales como guías del juego o merchandising. Ríete tú de los DLCs o de Kickstarter.
No pude jugar al juego completo hasta que un colega mío, Raúl, me lo instaló en mi primer PC en su versión CD con todos los episodios más los extras en forma de nuevos capítulos y las ediciones de Navidad (sí, existía una versión del juego que cambiaba los sprites originales por bonitas estampas navideñas. Los 90, amigo).
El juego fue todo un éxito, tanto entre la crítica como entre el público, contando con dos secuelas. Desgraciadamente, la tercera nunca fue publicada aunque existen sitios en Internet donde puedes descargarte la beta del primer nivel aunque recomiendo precaución. Nunca sabes qué puede llevar ese bonito archivo que te acabas de descargar con toda la ilusión del mundo. También existe una versión para Gameboy Advance donde el protagonista parece una versión en roedor de Han Solo y que no tuvo mucho éxito por una serie de cambios en la historia realizados por su desarrolladora, que no era la propia Epic.

 Sí, Jazz, yo tampoco puedo creer lo que te hicieron en esta versión. Fuente

¿Y de qué va el juego?
Bien, supongo que conoces a Esopo. Vale, si eres fruto de la LOGSE, te diré que es uno de los mayores escritores de la Antigua Grecia, siendo famosas sus fábulas que siguen maravillándonos hoy en día. Una de las más célebres es La liebre y la tortuga. Versionada en diferentes ramas artísticas, este relato habla sobre una liebre que se cree el animal más rápido del mundo. Una tortuga no está de acuerdo y deciden llevar a cabo una carrera para demostrarlo. Como es lógico, la liebre es bastante rápida. Tanto que decide echarse una siestecita a pocos metros de la meta. Total, la tortuga está donde Cristo perdió la sandalia. Pero, para cuando abre los ojos, la liebre contempla horrorizada que se ha quedado dormida demasiado tiempo y que la tortuga está cruzando la línea de meta como si tal cosa.
Y después de la lección de Historia de la Literatura Griega, vamos al lío.
Jazz Jackrabbit toma esta historia, solo que la sitúa en el año 3000. En el espacio. El espacio donde Devan Shell, líder de las tortugas terroristas, está conquistando planeta por planeta sin que nadie le oponga resistencia. En una de sus expediciones, pone los ojos sobre Carrotus, hogar de los conejos. Sin embargo, los lepóridos son un hueso duro de roer para el quelonio con ínfulas totalitarias y decide dar un golpe de gracia: secuestrar a la heredera al trono, la princesa Eva Earlong, y exigir la rendición absoluta de los ejércitos conejiles a cambio de la vida de tan importante miembro de la realeza. Obviamente, ni los carrotusinos (o como se llamen los habitantes de Carrotus) ni la propia princesa quieren ver su planeta natal en manos de la tortuga miope. El rey de los conejos decide llevar a cabo una operación de rescate para recuperar a su amada hija y, de paso, darle una patada en la concha a Shell. Para ello, escoge al mejor conejo a su servicio para realizar tan peligrosa misión: Jazz Jackrabbit. Armado con un rifle, con una bandana atada a su cabeza a lo John Rambo y una mochila para llevar sus suministros, Jazz se embarca en un viaje sideral para dar con el paradero de la princesa y liberar los planetas que han sido conquistados por las tortugas. Alucinante, ¿verdad?

Por si tu cerebro no podía asimilar esta peculiar historia, el juego te la enseñaba por medio de ilustraciones dibujadas en una pizarra. Fuente

El juego se desarrolla como un plataformas noventero al uso.
Cada episodio está dividido en tres planetas. Cada uno de éstos está dividido, a su vez, en dos fases, teniendo el último planeta una tercera fase donde nos enfrentaremos al jefe final del episodio. Durante el recorrido, Jazz hará gala de su extrema agilidad y velocidad, recordándonos que los chicos de Epic se inspiraron en Sonic para crear al personaje. Jazz no está solo en su recorrido por los diferentes planetas que visita. Cada planeta tiene su propia fauna y flora de seres que quieren verte morder el polvo, con lo que deberemos usar el rifle con el que vamos equipados para traerles paz y democracia al estilo de Carrotus (que es como el americano solo que más rápido). Existen diferentes tipos de municiones que podemos recoger por los escenarios, entre las que se cuentan misiles gemelos, napalm o unas curiosas granadas que rebotan contra todo aquello que chocan hasta explotar. También podemos hacernos con algunos power-ups, como supervelocidad, vidas, zanahorias que recargan nuestra barra de vida, escudos y mi favorito: un loro equipado con un cañón láser (Oh, yeah!). Debemos llegar hasta el final del nivel esquivando los obstáculos y masacrando a los enemigos, como en todo buen plataformas, hasta encontrarnos con un cartel con el jeto de Devan Shell que debemos cambiar por el nuestro propio para completar la misión (sí, como en Sonic). También podemos encontrar secretos, como estancias escondidas o un gran rubí que, al finalizar el nivel, nos teletransportará a la fase de bonus: un pintoresco escenario en 3D en el que controlaremos a Jazz como si de un juego de acción en tercera persona se tratase, teniendo como objetivo recoger el máximo número de diamantes posibles para ganar un bonus en nuestra puntuación. No tiene más intríngulis.

 Jazz nos demuestra que Marty McFly no es la única persona en el universo que posee un flamante monopatín aerodeslizador. Fuente

Tras esta escueta descripción, es hora del análisis.
La base de todo buen plataformas son los niveles. El éxito de esta clase de juegos dependerá de si lo que llamamos comúnmente pistas (yo las llamaba así hasta que mi vocabulario videojueguil se enriqueció) están diseñadas de forma coherente pero a la vez desafiante para que el jugador no se pase quince minutos manteniendo el botón de avanzar pulsado mientras resopla aburrido delante de la pantalla. Jazz Jackrabbit lo consigue con unos niveles desafiantes y bien estructurados. La inclusión de secretos hace que la exploración de cada uno de los planetas que nuestro verde protagonista visita sea aun más emocionante. Cada uno de los escenarios está también aderezado con las clásicas trampas en forma de pinchos y otro elementos peligrosos, amén de los clásicos saltadores. Además, algunos de ellos cuentan con características únicas, como las paredes antigravitatorias de Orbitus o los resbaladizos suelos helados de Nippius. De hecho, el diseño de los planetas es una pasada. Cada uno tiene su propia personalidad con sus propios enemigos y riesgos. ¿Quieres ejemplos? Medivo es un planeta plagado de castillos donde se alojan tortugas acorazadas y espadas fantasma que sobrevuelan el lugar. Technoir está basado en este género de la ciencia ficción, que entremezcla alta tecnología con el cine negro de los años 30 (además de que Technoir es el nombre del club de baile donde Sarah Connor intenta despistar a su robótico perseguidor en la primera entrega de Terminator. ¡Toma referencia al cine de ciencia ficción de los 80!). Turtemple es un gigantesco complejo de templos erigidos por Devan Shell para rendir culto a su persona porque no tiene abuela. Letni es un ordenador gigante cuyos moradores basan su bioquímica en el silicio en lugar del carbono (lee Letni al revés y te llevarás una informática sorpresa). Scraparap es un gigantesco vertedero donde la fauna se ha adaptado para convivir con la basura. Y así me podría pasar todo el día.
Los enemigos están bien colocados y ninguno de ellos desentona en los lugares donde aparecen, con lo que no te encontrarás con sorpresas desagradables como enemigos que aparecen injustamente de la nada para robarte algo de tu preciada vida.
La selección de sonidos es correcta para cada elemento que pueblan los escenarios del juego.
En cuanto a la banda sonora, de las mejores que he escuchado. Alexander Brandon se marca unas brillantes composiciones claramente inspiradas en la música electrónica de los 80. Los temas se te quedan dentro de la cabeza por años. Mi favorito siempre ha sido y será el de Medivo, que mezcla esta clase de género musical con sonidos medievales (lógico, ¿no?).

Fiestaca en el monasterio. Fuente

En cuanto a lo malo, no es que el juego tenga muchas cosas negativas per sé.
Quizás diría que los gráficos son algo toscos si los comparamos con otros plataformas de la época. Los escenarios que vemos en los juegos de la saga Mario o Sonic están mejor elaborados artísticamente que los de Jazz.
Además, se nota demasiado que Arjan Brusee se inspiró en Sonic para la jugabilidad. Prácticamente, podría decirse que Jazz Jackrabbit es simplemente un re-skin de los juegos protagonizados por la mascota de Sega. Jazz se mueve igual que Sonic, excepto que el conejo puede usar su rifle para atacar y no puede lanzarse en forma de esfera contra el enemigo. De hecho, Diamondus (el primer planeta del primer capítulo) recuerda demasiado a Green Hill Zone del primer Sonic.
Las batallas contra los jefes finales podrían haber sido mejor elaboradas. En muchas de ellas puedes posicionarte en algún lugar del escenario donde el jefe no puede alcanzarte mientras tú le disparas sin necesidad de moverte, lo que resta emoción al asunto.
Además, cuando terminas un episodio, vuelves al menú de selección. Sí, puedes elegir desde el principio a qué episodio jugar. Sería coherente que fueras por orden pero hay gente que se pasa el orden de los capítulos por el arco del triunfo y se irá directamente al episodio final, cargándose toda la trama. Bueno, no es que el juego tenga mucha trama pero veo más lógico que en la edición completa, se pudiera pasar de episodio a episodio automáticamente.

Bienvenido a Green Hill Zone... Digo... Diamondus... Bienvenido a Diamondus. Fuente

Por lo demás, Jazz Jackrabbit es un ejemplo más de que las plataformas, género normalmente asociado a las consolas, pueden funcionar bien en el mundillo pecero. Por desgracia, actualmente, la única manera de hacerte con una copia del juego es buscando en páginas de abandonware y haciéndolo rular con Dosbox. Si lo consigues, disfrutarás como un niño en una tienda de videojuegos de los 90.

Y hasta aquí la entrada de hoy. Te espero el viernes que viene para contarte más cosas sobre juegos venidos de una época más sencilla.
¡No dejes de jugar!

¿Os he dicho cuánto amo Medivo? ¡Ah, sí! Es verdad, lo he dicho antes. Fuente

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