viernes, 16 de marzo de 2018

Crimson Skies: El cielo es el límite.


¡Volar!
Desde que el primer homínido se quedó mirando al cielo viendo como las aves (o los murciélagos) surcaban la bóveda celeste, la fascinación del hombre por esta habilidad le obsesionó durante centurias. Desde las máquinas voladoras ideadas por Leonardo Da Vinci hasta el avión de los hermanos Wright, la humanidad ha intentado por todos los medios, algunos más aberrantes que otros (había gente que se fabricaba alas de murciélago de papel y se lanzaban desde lo alto de un campanario, no te digo más), alcanzar el cielo. El vuelo tripulado alcanzó su edad de oro entre las décadas de los años 20 y 50 del siglo pasado. Sería a finales de los 70 y principios de los 80 cuando volar se democratizaría, con vuelos más baratos para el común de los mortales y escuelas de pilotaje al alcance de todos.
Personalmente, no entiendo mucho de aviación. Menos incluso de simuladores de vuelo. La verdad es que en los pocos que he tocado he acabado tirando el teclado por la ventana al no saber cómo despegar o al entrar en barrena nada más hacerlo (LiZenZiaO HeN JiSToRRIa, ¡duh!). Solamente me lo he pasado pipa con aquellos que tenían un componente arcade más marcado. Sí, no soy un jugador hardcore en este tipo de género. Y si existe un juego de estas características que me ha maravillado, no solo por su jugabilidad sino también por su ambientación, es Crimson Skies.

Crimson Skies se basa en el juego de tablero del mismo nombre, creado por Fasa (artífices también de Battletech y Shadowrun), donde los jugadores interpretan a pilotos de aviones de combate en unos EEUU de una realidad alternativa. Zipper Interactive, desarrolladora fundada por miembros de Fasa, decidió llevar esta curiosa propuesta de juego en forma de simulador aéreo a PC y Xbox con gran éxito, si bien el juego tuvo algunos problemas de gráficos en sus comienzos, problemas que se solucionaron rápidamente con un parche. Como no podía ser de otra forma, me basaré en la versión de PC.

¿Recuerdas la Ley Seca?
Sí, esa ley dictada por el gobierno de los EEUU que dejó sin suministro de alcohol a sus habitantes durante los años 20 y comienzos de los 30. El gobierno central buscaba acabar con la delincuencia que generaba el consumo excesivo de alcohol. El problema es que la propia ley generó todavía más delincuencia al aumentar el contrabando de dicha sustancia y el control de esta por parte de grupos criminales, lo que llevó a su derogación en el año 1933.
Pues en el mundo de Crimson Skies la cosa es muy diferente. A diferencia del nuestro, la Ley Seca tuvo tan poquísimo éxito entre los representantes del congreso de la unión que acabó pasando de ley federal a ley estatal. Esto significa que en lugar de ser impuesta por el gobierno central, son los estados quienes deciden si quieren ponerla en funcionamiento dentro de su jurisdicción. Algunos dicen que sí. Otros dicen que no. Los estados que promueven la prohibición, ante el tráfico de alcohol proveniente de los que no la apoyan, deciden colocar en su fronteras puestos de aduana, controles policiales y patrullas que se encargan de vigilar que nadie utilice las rutas menos transitadas para meter esa sustancia de Satán dentro de sus queridos hogares. El desastre está servido. Varias de estas patrullas comienzan una serie de escaramuzas con las fuerzas de la ley y el orden de los estados antiprohibición en una especie de guerra de guerrillas por el control de la priva. Obviamente, y dado que una ley estatal lo comenzó todo, el gobierno de los EEUU no puede hacer nada para acabar de una vez con estos enfrentamientos.

Crimson Skies también es un juego educativo. 
¿Sabías que el dios de la guerra hawaiano se llama Ku?

¿Crees que la cosa no puede ir a peor? Octubre de 1929. ¿Qué pasa ese mes? El crack económico que hizo temblar al mundo y, sobre todo, a los EEUU. El gobierno de la nación intenta paliar por todos los medios la situación de pobreza generalizada en el país sin ningún éxito. Esto lleva a que los estados comiencen a sentir poco apego por la Tierra de la Libertad, falta de apego que se suma a la que tenían ya de por sí con el resto de estados gracias a la Ley Seca. Resultado: una ola de nacionalismo sin precedentes inunda el país y, para horror del gobierno central, la República de Texas anuncia su independencia. El coraje (o estupidez) de los texanos cala hondo en el resto de los estados. En cuestión de meses, los Estados Unidos de América desaparecen y sufren una balcanización a lo bestia décadas antes de la invención del término (¿Se podría llamar americanización? ¿Estadounidensización?). Todo parece felicidad para las nuevas naciones. Algunos pueblos nativos, como los pueblo o los navajo, por fin ven sus sueños de quitarse de encima el yugo racista de los EEUU y formar sus propias naciones. Otros estados deciden adoptar el comunismo como sistema de gobierno al ver que el capitalismo poco les ha ayudado. Incluso otros deciden reinstaurar antiguas instituciones olvidadas, como los hawaianos, que vuelven a tener en el trono a su familia real.
No obstante surge un grave problema. Verás, sin un gobierno central estable que las financie, las grandes infraestructuras de transporte empiezan a sufrir la falta de dinero. Carreteras, autopistas y líneas de ferrocarril comienzan a caerse a pedazos. Transitar por ellas se convierte en una misión imposible, más con la proliferación de salteadores de caminos. Esto puede llegar a dar al traste con la economía de los estados al no haber manera de llevar de un sitio a otro las materias primas o los productos acabados. La solución llega de los máximos fabricantes de vehículos de transporte de los antiguos EEUU: volar. El futuro de las nuevas naciones está en el cielo y estos magnates ven la oportunidad de hacerse de oro vendiendo sus creaciones a medio mundo. La demanda es tal que los costes de producción se abaratan, bajando los precios de los aviones hasta tal punto que un humilde granjero de Iowa puede permitirse tener uno para llevarse a su familia de excursión los fines de semana a Florida. Los coches y los trenes dejan paso a los aviones de transporte, de ocio y a los zepelines. Porque un mundo así estaría vacío si no hubieran zepelines. Los diseños son cada vez más rápidos y revolucionarios y el boom del transporte aéreo no conoce límites.
Bueno, sí, sí que hay un límite: ¡piratas aéreos! La escoria del mar ahora ha tomado los cielos. Y es que ver zepelines cargados de suministros y pasta es una tentación muy golosa para los amigos de lo ajeno. Algunos habitantes de las nuevas naciones los ven como espíritus libres, otros como criminales sin sentimientos. Los estados luchan contra ellos usando sus propias fuerzas aéreas o contratando a grupos de seguridad aérea privada. Eso cuando no se pelean entre ellos porque, la verdad, si tu quieres un cargamento de millones de dólares, no vas a dejar que otro te pisotee el plan, ¿verdad? El más famoso de todos los piratas aéreos es Nathan Zachary, líder del escuadrón de filibusteros con alas conocido como los Fortunetellers. Zachary es valiente, osado, guaperas y, sí, es tu alter ego en el mundo de Crimson Skies. A bordo de su zepelín, Nathan surca los cielos con ayuda de su leal tripulación. En esta ocasión, nuestro protagonista está obsesionado con encontrar el legendario tesoro del aun más legendario pirata Sir Francis Drake. Para ello, deberá enfrentarse a los protectores de la ley y a otros piratas aéreos. La cosa no queda ahí. El Imperio Británico busca reconquistar sus antiguas colonias, la Unión Soviética se dedica a secuestrar científicos para modernizar el país y una oscura fuerza procedente del centro de Europa intenta por todos los medios implantar el nacionalsocialismo en los nuevos estados para mayor gloria del Führer.

 El despacho de Nathan. Esa cosa roja del fondo es su avión.

Tras esta larga e intensa introducción, vamos al análisis.
Crimson Skies es un arcade aéreo con elementos de simulación. ¿Esto qué quiere decir? A la hora de jugar, no necesitas memorizarte todo el manual o tenerlo a mano en tu regazo para saber cómo demonios se desbloquean los frenos del tren de aterrizaje para salir echando leches cuando te toque despegar. Este juego enfatiza la diversión por encima de la técnica. Para que te hagas una idea, la partida no comienza con la fase de despegue. En los fragmentados EEUU, los zepelines de transporte de efectivos aéreos poseen un ingenioso sistema de enganches que permite lanzar los aviones en pleno vuelo sin necesidad de poseer una pista de despegue. Lo mismo ocurre con el aterrizaje. Puedes hacerlo de forma manual y mostrar al mundo tu pericia en esto del pilotaje de aviones pero si no eres tan ducho puedes pulsar una tecla para saltarte esta fase y que tu avión vuelva a su zepelín él solito.
Eso no significa que esto sea un juego para niños. Al contrario. Tu avión no va sobre raíles. Puedes realizar piruetas impresionantes como barriles o rizos. Intenta volar a ras del suelo sin cuidado y verás como tu montura pierde el tren de aterrizaje y acabas estrellándote como un panoli. Y si piensas que puedes atravesar la planta 100 del Empire State Building, lo siguiente que verás es a ti y a tu avión convertidos en pedacitos humeantes. Además, cada avión posee su propia aceleración y maniobrabilidad en función de su peso y aerodinámica. Pilotar el pequeño y escurridizo autogiro de combate de Ford, el Hoplite, no es lo mismo que manejar el gargantuesco Balmoral británico. Lo mismo ocurre con las armas, cada una de ellas diseñada con un propósito. Un calibre superior de tus ametralladoras hace más daño que el inferior a este y lo mismo ocurre con los cohetes. Mencionando a esta clase de armamento, he de decir que la cantidad de estos y sus funciones es remarcable. Tienes los clásicos cohetes aire-tierra y aire-aire pero también dispones de, entre otros ejemplos, unos equipados con dispositivos que detectan el calor de los motores para ir a por ellos (¡Y pueden volverse contra ti!) y unos guiados por radio gracias a un primer cohete que fija un dispositivo de seguimiento en la estructura de tu objetivo.
Hablando de los aviones, el diseño de estos es el sueño húmedo de los fans del retrofuturismo y el dieselpunk (entre los que yo me encuentro, oiga). Imagínate un biplano cuyas alas tienen forma de V y van pegadas a su cola o un avión cuyo diseño está inspirado en los cohetes que tú mismo disparas, con una sola hélice colocada en su cola para darle una propulsión bestial. Sí, puede ser una pesadilla para un ingeniero aeronáutico pero es que esta ida de cabeza forma parte de una de las ambientaciones mejor elaboradas que he encontrado en un videojuego. Mención a parte para los zepelines, tan majestuosos y frágiles como sus homólogos reales lo eran.

 ¡Voooooolare! ¡Ooooooooh!

El juego consta de una campaña donde seguirás la vida y milagros de Nathan en su búsqueda del tesoro de Drake, su manía de hacerle la vida imposible a las guarniciones británicas en el Pacífico, rescatar a científicos de las garras de los soviéticos, las rencillas con un antiguo amor y el impactante descubrimiento de que los nazis planean conquistar Norteamérica. La campaña está jalonada por vídeos que aumentan más la sensación de estar presente en el mundo del juego, más si cabe cuando estos están realizados con actores reales, con el propio protagonista contándote todo lo que está pasando. Además, por si la inmersión en el universo de Crimson Skies no fuera suficiente, cuando tienes éxito en una misión recibirás de regalo una fotografía de tu triunfo que puedes colocar en el portafotos que aparece en el menú de inicio.
Si no tienes suficiente con la campaña, el juego viene con un modo misión en el que puedes escoger entre varios trabajos entre los que se encuentran rescatar a rehenes, asaltar un zepelín o realizar una serie de complicados giros y piruetas para una película.
Pero si este modo tampoco te es suficiente, agárrate porque viene lo bueno. El juego cuenta con un generador de misiones aleatorias. Escoge un tipo de misión, que van desde un combate entre escuadrillas hasta la defensa de un zepelín; qué avión y equipamiento llevarás tanto tú como tus posibles compañeros en esta aventura, a quién te enfrentarás y dónde tendrá lugar la conflagración. Este modo hace que el juego tenga una rejugabilidad a prueba de bombas y puedes usarlo para practicar tus dotes de piloto. ¡Oh! Y siempre te queda el modo multijugador para enseñarle a tus colegas lo que has aprendido mandándolos al suelo.

 La vista desde la cabina de nuestro avión te hace sentir poderoso.

El pilotaje de los aviones no resulta complicado del todo, la verdad. Puedes incluso jugar a Crimson Skies con el teclado en un lugar de con un joystick (sí, soy un sacrílego). No obstante, existen misiones en las que usar el primer dispositivo es sinónimo de muerte. En concreto, aquellas en las que tienes que realizar piruetas siguiendo un recorrido para ir ganando puntos. En serio, son la cosa más complicada y frustrante a la que te vas a enfrentar en tu vida (bueno, tal vez cualquier trámite burocrático es más frustrante que esto). Debes realizar cada movimiento con precisión milimétrica o de lo contrario acabarás convertido en una bola de fuego y acabando a golpes con tu ordenador.

En cuanto a los gráficos (hablo del juego parcheado) son preciosos y no han perdido un ápice de su encanto con el paso del tiempo. Tanto los efectos meteorológicos como los de luz son asombrosos y las nubes realmente parecen estar ahí, algo que se nota sobre todo en el mapa Sky Heaven. Todos los vehículos, tanto aéreos, acuáticos y terrestres están modelados con gran atención al detalle.
El sonido es uno de los puntos fuertes del juego. Las voces de los pilotos se llevan la palma. Los actores no se notan sobreactuados y le dan un toque pulp a la acción muy bueno aunque se me hace raro oír a soviéticos y alemanes hablar entre ellos en inglés. Lo único que hizo que me diera un ataque de ira incontrolada (vale, creo que exagero) fue que el capitán de un zepelín soviético dijera que su nave era el CE CE CE PE Viaje del Trabajador, cuando se supone que CCCP transliterado del cirílico al alfabeto latino es SSSR. Al menos que hubiera dicho USSR (URSS, en inglés). En fin, creo que voy a respirar un hondo un rato.
La banda sonora parece sacada de un serial radiofónico de la época, lo que hace que la sensación de inmersión sea total. Vibrantes temas realizados con una orquesta con proliferación de instrumentos de cuerda y de viento te acompañarán por tus combates por los estados fragmentados de Norteamérica. Todo ello está rematado por una espectacular intro, hecha como si fuera el noticiario que en aquella época te ponían en los cines antes de ver una película, con su narrador con voz nasal y todo.

 La regla número uno de las ucronías con toques de dieselpunk 
es que siempre tienen que aparecer zepelines.

Si lo tuyo son las aventuras de corte pulp y deseas tocar los cielos, es hora de que te montes en tu avión y vueles hacia el Reino de Hawaii o al Empire State porque Crimson Skies es una experiencia que debe ser jugada aunque seas un ferviente defensor de los simuladores de vuelo tradicionales.

¡El cielo es el límite!

Imágenes del juego extraidas de Mobygames.com

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