sábado, 10 de marzo de 2018

Caesar II: Roma no se construyó en una hora.



Roma.
El imperio más grande y duradero que ha conocido la Historia. Cómo una pequeña aldea del centro de Italia pudo convertirse en una urbe que dominó el mundo conocido es una epopeya digna de cualquier superproducción cinematográfica. Su cultura, sus ideas y, también, sus éxitos y desgracias siguen influyendo en nuestra vida cotidiana. Lo sé. Mi especialidad en la licenciatura de Historia se centra en la vida y milagros de esta gente aficionada a colocarse cepillos de escoba en sus cascos y a tener discusiones de horas de duración sobre si era lícito sentarse en el teatro para ver una representación o disfrutarla del tirón de pie porque un romano es un ser duro como Charles Bronson y sentarse en esos casos es digno de griegos y débiles.

La ciudad eterna ha sido protagonista de muchos títulos en esta nuestra afición por el ocio virtual.
La mayoría de ellos, como no podía ser de otra forma, están relacionados con el género de la estrategia. Que levante la mano quién no se sienta el rey del mundo comandando una legión a golpe de ratón.
El juego de hoy es uno de los decanos de la estrategia relacionada con la construcción de ciudades en la Antigüedad, el city builder por excelencia ambientado en una época en la que el latín era una lengua viva: Caesar II.
Impressions refinó la experiencia edilicia a la romana del primer Caesar en esta nueva entrega. Recordemos que el primer juego de la saga adolecía de, entre otras cosas, una interfaz digna de un manicomio, unas misiones bastante repetitivas y el tener que poseer un ejemplar del mediocre wargame Cohort II para poder acceder al apartado bélico de este. ¿Lo hicieron bien? Vamos a verlo.

En Caesar II somos un ciudadano romano que tiene un sueño bastante ambicioso: ser coronado emperador.
Para poder llegar a tan ostentoso cargo, debemos demostrarle al actual gobernante supremo de Roma que valemos para ser su sucesor. Este ve potencial en nosotros pero debemos pasar por una prueba importante para ganarnos su confianza del todo. Roma basa su poder en el orden que emanan sus grandes urbes, así que debemos construir y gobernar varias de ellas para ir subiendo escalafones en el cursus honorum, que era como los romanos llamaban a la carrera política que todo buen ciudadano con posibles debía llevar a cabo. Si conseguimos crear las ciudades más espectaculares, para nosotros será la corona de laureles del vencedor.
Dependiendo del nivel de dificultad escogido tendremos que pasar por un número de cargos antes de conseguir nuestro sueño de ser el nuevo emperador. Obviamente esto solo es posible en el modo campaña, ya que también disponemos de un modo de construcción de ciudades para erigir el núcleo urbano de nuestros sueños sin tener al emperador vigilándonos por encima de nuestro cogote.
Antes de acceder a un nuevo cargo, debemos escoger qué provincia queremos gobernar. Cada una de ellas posee parámetros únicos dependiendo de dónde esté situada tales como presencia de poblaciones bárbaras, ataques de otras civilizaciones como la cartaginesa, materias primas disponibles, etc. Así que debemos escoger con mucho cuidado para no enfrentarnos a un reto que pueda ser superior a nuestras dotes de arquitecto (Huevo de Pascua: si en lugar de seleccionar una provincia en el mapa pulsamos ESC, podemos construir y gobernar la mismísima Roma).

Si el emperador lo dice...

Para poder conseguir el éxito debemos alcanzar una serie de requisitos. Estos requisitos se miden por un sistema de puntuación dividido en cuatro apartados: Imperio, Prosperidad, Cultura y Paz. Imperio mide el poder de nuestra ciudad y cuánto hemos romanizado la provincia que gobernamos. Prosperidad hace lo mismo con el tamaño de nuestra ciudad, su número de habitantes y cuánto dinero hemos acumulado en las arcas. Cultura se ve influenciado por las alternativas de ocio que ofrecemos a nuestros ciudadanos, su acceso a educación de calidad y nuestra preocupación por todo lo relacionado con el mundo espiritual. Por último, Paz engloba el tamaño de nuestras legiones, la nula presencia de amenazas venidas del exterior y la ausencia de disturbios en nuestra ciudad. A su vez, estas puntuaciones deben sumar una media entre las cuatro para poder pasar al siguiente nivel. Tras ser coronados emperador en niveles de dificultad más elevados, tenemos la oportunidad de aceptar el reto final consistente en gobernar un territorio que históricamente nunca fue conquistado por Roma. También hay que añadir la presencia de Pomposo Máximo (que debe ser familiar de Pijus Magnificus y de su mujer Incontinencia Suma), un general que conquistará las provincias que no hayamos elegido, dejándonos escasas opciones para escoger nuestro siguiente destino.

Pasemos al apartado jugable.
La jugabilidad de Caesar II está dividida en dos planos: ciudad y provincia.

El primero de ellos es el que tiene el mayor peso en el juego.
En él se te presenta un exuberante campo virgen atravesado por un río. Aquí es donde tienes que construir tu ciudad. Para ello necesitas levantar primero el tipo de edificio más importante de todos: casas. Las casas son la piedra angular de toda urbe romana y sin ellas no tendrás ciudadanos que se ocupen de las tareas diarias de la urbe ni a nadie a quien exprimir con impuestos. Estas comienzan como simples chozas. Sin embargo, la gracia del juego consiste en que debes ofrecer a sus habitantes los servicios necesarios para que estos quieran mejorarlas para dar cabida a más gente. Es aquí donde entra en juego el valor del suelo. El valor del suelo es una escala que mide la deseabilidad de una zona para vivir en ella. A mayor valor, más gente irá a vivir a ese lugar y mejores serán las casas. Hay edificios que aumentan este valor tales como jardines, plazas, templos o termas. Otros, debido a la polución que producen, disminuirán este valor, tal es el caso de mercados y factorías. Las casas no son los únicos edificios que evolucionan. Algunos de los edificios de servicios pueden mejorarse conforme mejora el valor del suelo. Por ejemplo, una fuente comienza como un caño que sale del suelo y termina siendo una fuente monumental adornada con estatuas.
Ya hemos dicho que los habitantes de tus ciudades tienen ciertas necesidades que solo pueden ser solventadas con el acceso a diferentes servicios. Algunos de estos edificios solamente emiten un radio de influencia, por lo que puedes colocarlos donde quieras. Otros generan viandantes, que aumentan el radio de cobertura de un edificio si disponen de caminos y plazas con los que llegar a los hogares de tus residentes. Por ejemplo, el foro genera funcionarios dedicados a recaudar los impuestos tan necesarios para poder seguir expandiendo la ciudad. Edificios como los hospitales y las bibliotecas necesitan estar conectados a un foro para que tus funcionarios puedan trabajar en él.
La fiesta no termina aquí. Pasados diferentes hitos de población se desbloquearán nuevos tipos de edificios, que no son más que mejoras de otros ya disponibles y que generan un mayor radio de cobertura. Un ejemplo sería el Circo Máximo, que no es más que una versión sobredimensionada del circo normal.

 Los romanos sí que sabían construir, no como los juerguistas de los samnitas.
Tu población es la encargada de trabajar en tu ciudad a cambio de un salario. Este salario se estipula en la pantalla del Foro. Esta es tu herramienta clave para gestionar tu ciudad al dedillo. En el Foro puedes aumentar el salario de tus trabajadores para que hayan más disponibles y dividirlos en los diferentes puestos de trabajo de tu ciudad. Una carestía de estos puede generar fallos en el suministro de agua o en la conservación de los edificios, por ejemplo. También puedes consultar tu puntuación, rutas comerciales, gestionar las legiones a tu mando, contactar con el emperador para ofrecerle tributos y regalos en caso de que no esté muy contento con tu actuación, etc.
Obviamente, tu población no solo pide que la cuides y que le des trabajo y un sueldo digno. Ellos también tienen sus obligaciones y una de ellas son los impuestos. A mayor número de habitantes, mayor será el dinero que recaudes. Esta cantidad también se ve influenciada por la cobertura de tus foros, así que si ves algún barrio que no ha recibido la visita de un recaudador durante meses, deberías pensarte en construir uno nuevo. Puedes aumentar y disminuir los impuestos en función de lo que te convenga. Sin embargo, no los subas mucho o te ganarás el odio de tu pueblo, que puede abandonar la ciudad o alzarse en armas contra ti. También puedes recaudar impuestos de la industria. Esta es la mejor forma de ganar dinero, pues las factorías pagan más. Además, estas suministran productos a los mercados, aumentando su radio de cobertura, por lo que tener un entramado industrial en tu ciudad es muy importante. Eso sí, no te olvides de que a nadie le gusta vivir al lado de una fábrica.
Tu ciudad se verá azotada de vez en cuando por epidemias, incendios, invasiones bárbaras y los ocasionales robos que afectan a tus arcas públicas (el dinero se almacena en los templos y tener templos en un barrio conflictivo es la mejor forma de ver disminuir tus arcas). Como gobernador, debes actuar rápidamente y con decisión para atajar estos problemas. Algunos son causados por la escasa infraestructura de tu ciudad (¡Tacaño!), como las epidemias si tu ciudad no dispone de termas y hospitales suficientes, y otros son fruto del azar y el destino, como ese puñado de ilergetas que se han levantado contra el dominio de Roma (¡Desagradecidos!).

 Échale la culpa a Nerón, ya que estás.

Vayamos al modo provincia.
Aquí puedes ver una gloriosa vista isométrica de la provincia que gobiernas, siendo tu ciudad su capital. La provincia es el único lugar donde se construyen los edificios de obtención de materias primas como canteras, granjas y aserraderos. Además puedes levantar puestos de comercio, tanto terrestres como marítimos en la forma de puertos, para conseguir bienes que tu provincia no puede producir. No obstante, hay que hacer mención a que no puedes vender los que tú mismo produces, por lo que el comercio está bastante limitado en el juego. Es una lástima, la verdad., porque sería una buena forma de ganarte unos denarios.
En tu provincia también puedes encontrar pequeñas ciudades que desean unirse a tu ardua tarea por romanizar el mundo. Para ello debes conectarlas con vías a tu capital. Hazlo y ganarás un montón de puntos de Imperio. Estas se van desarrollando con el paso del tiempo, pasando de ser pequeñas aldeas a auténticas ciudades populosas, al igual que la tuya.
No todo es diversión en tu provincia. En algunos mapas existen asentamientos bárbaros que pueden alzarse en armas contra ti si te conviertes en un incordio, dado que estas pobres gentes no pueden entender que Roma es la luz. No son el único peligro. Del exterior pueden llegar dos tipos de enemigos. Las razzias son turbas de bárbaros enfurecidos que buscan solamente saquear tus bienes. Las invasiones son algo más serio, pues las realizan naciones tan civilizadas como la romana y su objetivo es expulsarte de sus dominios. La única forma de acabar con ellos es construyendo fuertes y mandar a las cohortes que los habitan para pararles los pies, lo que nos lleva al apartado bélico del juego.
En las batallas se tienen en cuenta factores como la moral de las tropas y su número. Por lo demás, estas recuerdan a otros juegos de Impressions como el propio Cohort o las batallas del Lords of the Realm. Los enfrentamientos bélicos son un poco descafeinados. Todos se realizan en llano, con lo que no hay bonificadores por posicionar a tus tropas en colinas ni nada por el estilo, haciéndolas algo repetitivas. Además, las unidades no poseen habilidades únicas. Es extraño ver que los legionarios no pueden lanzar una lluvia de pila (las famosas lanzas arrojadizas romanas) o que los elefantes cartagineses no pueden cargar contra el enemigo con toda su furia. Por suerte, sí que existe un sistema de formaciones bastante funcional.
Volviendo a la provincia, también te puedes poner en plan Adriano y construir muros provinciales para aislar a tus enemigos. Si estos consiguen llegar a tu ciudad, serán los cuerpos de vigiles y las cohortes urbanas las que se encarguen de pararles los pies, por lo que no tendrás control sobre estas ya que se comportan como unos viandantes más. Espero que tengas construido un buen perímetro defensivo con espesas murallas.

 Los romanos no eran gente de mar, excepto si habían beneficios de por medio.

En el apartado técnico, en Caesar II te puedes esperar todo lo típico de un juego de 1996.
Los gráficos están bien para la época. Los edificios están modelados con sumo detalle aunque pecan de poseer pocas animaciones, lo que hace que tu ciudad parezca más una maqueta de museo que una auténtica urbe viviente, si no contamos con los viandantes. También los mapas no presentan ninguna novedad para la vista. Todos son llanos y verdosos, independientemente de que juegues en Germania o en alguna provincia del norte de África. Los vídeos son los propios de un juego de esta época, con personajes que parecen clicks de Playmobil debido a sus torpes movimientos.
Debo hacer un pequeño paréntesis en este apartado porque, si nos centramos en la recreación histórica, Caesar II cumple de sobras. Sí, verás licencias como que en plena república se haga mención a la figura del emperador o que el cuerpo de vigiles existiera antes del principado de Augusto pero es que no se le puede reprochar nada malo a lo bien documentado que está el juego. Las estructuras se basan en los restos que podemos encontrar en yacimientos como los de Pompeya. Los edificios de educación existentes están basados en el sistema educativo romano, dividido en grammaticus y rethoricus (educación primaria y secundaria, salvando mucho las distancias con nuestra época), siendo Caesar II uno de los mejores ejemplos de que se puede aprender Historia gracias a los videojuegos. Si es que hasta te viene con una enciclopedia dentro del propio juego con información de cada elemento que conforma la Historia de Roma y bibliografía cuidadosamente seleccionada. Vamos, que Impressions se lo curró con creces, como solía ser normal en la desarrolladora británica.
En cuanto al apartado sonoro, nada que objetar. Los sonidos urbanos te hacen sentir que realmente estás en el epicentro de una gran ciudad romana. Puntos positivos para la voz de tu consejero, marca de la casa en todos los juegos de Impressions aunque no le llega a los pies al divertidísimo consejero real de Lords of the Realm II. Eso sí, el hombre se pone demasiado pesado cuando faltan plebeyos para ocupar puestos de trabajo, repitiendo una y otra vez PLEBS ARE NEEDED!!! como si no hubiera un mañana. En cuanto a la música, eso depende de a qué versión juegas. Está compuesta por Robert Euvino, que eso es sinónimo de calidad. En la versión de Windows te encontrarás con las típicas marchas romanas de corte hollywoodiense. Sin embargo, y es mi opinión personal, prefiero la versión de DOS, más que nada porque el tema que suena de fondo durante la partida se va adaptando a lo que pasa en la pantalla. Si todo va bien, es una suave y agradable melodía. Si la cosa se complica, comienza a tomar un ritmo apremiante y épico, lo que ayuda a moverte rápido.

 Por desgracia, no he podido encontrar la banda sonora de la versión DOS del juego,
así que te dejo con una imagen muy maja del Foro.

¡Ciudadano! Roma te necesita.
Construye una ciudad que resista el paso del tiempo. Quién sabe, tal vez llames la atención del emperador y te nombre su heredero al trono.

Imágenes del juego extraídas de Mobygames.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario