sábado, 13 de enero de 2018

Victoria: Imperialismo y barbarie.




Paradox podría haber sido una empresa de videojuegos más en este saturado mundo del ocio electrónico. Una de esas empresas venidas de un país en el que la industria de los videojuegos nunca ha destacado demasiado. No obstante, este estudio sueco tuvo la osadía de adaptar al lenguaje binario uno de los juegos de tablero más populares de la historia: Europa Universalis. La mastodóntica obra de Philippe Thibaut (una reseña en Game Geek asegura que una partida puede durar un año) pudo jugarse en un gran número de países aunque en España tuvimos que esperar a que sacaran su segunda parte, que mejoraba todavía más aquel juego en el que podríamos dirigir los designios de una nación desde finales de la Edad Media hasta las Guerras Napoleónicas. No extraña su éxito, puesto que nuestros amigos de Paradox dejaron que el jugador tuviera una gran libertad a la hora de cómo llevar a su país hasta la gloria. Este tremendo bombazo hizo que naciera un nuevo género: el de la gran estrategia. Además, Paradox no se quedó de brazos cruzados y comenzó a sacar varios spin-offs ambientados en diferentes épocas. Algunos tuvieron un éxito arrollador, como su visión de la Segunda Guerra Mundial en Hearts of Iron o de la Edad Media y sus tejemanejes cortesanos en Crusader Kings. Otros pasaron con más pena que gloria, como sería el caso de Dos Tronos, ambientado solamente en la Guerra de los 100 Años y donde solo podíamos jugar con Inglaterra o Francia.
Pero no voy a hablarte de ninguno de estos juegos. Hoy vengo a hablarte del que es, para mí, mi juego favorito de la compañía venida de la patria de Sabaton: Victoria.

Aviso a navegantes: adoro la cultura victoriana.
Mi acercamiento al siglo XIX no se basa en la curiosidad que puede tener un miembro del gremio de los historiadores como yo. Lo mío es más a raiz de mi recalcitrante frikismo por el steampunk. El siglo XIX es un caos político (si estudias Historia de España durante esta época, desearás tirarte por un precipicio) y tenemos que sufrir a día de hoy algunas de sus barrabasadas (¿sabes de dónde viene el desgastado concepto de familia tradicional o la estúpida creencia de que los caballeros del siglo XV no podían moverse con sus armaduras puestas? ¡Acertaste!). Sin embargo, es una época fascinante. Podríamos decir que el siglo XIX fue la última época de avance tecnológico y científico brutal a gran escala, avance que no se dará hasta mediados del siglo XX. De la Era Victoriana (y la Eduardiana, que no es más que una Era Victoriana 2.0) son cosas como el teléfono, los automóviles, los zepelines o la luz eléctrica. También es una época de grandes personalidades. Ahí tenemos a gentes como Nikola Tesla, Napoleón III, Abraham Lincoln, Mutsuhito (el emperador japonés que inició la famosa Era Meiji), Giusseppe Verdi y, como no, la reina Victoria I de Inglaterra. Porque si le ponen tu nombre a una época de la Historia no es porque te quedaste sentado en el sofá viendo la televisión. Tener colonias en cada uno de los cinco continentes y reformar el sistema parlamentario y social de tu país influye mucho a la hora de salir en los libros de Historia, además de reinar las friolera de 63 años (aunque su descendiente Isabel II rompió este récord hace poco).

Tener a más de la mitad de la población mundial 
bajo tu poder te permite relajarte sin preocuparte por nada.

¿Y de qué va el juego que se llama como dicha monarca?
Victoria no difiere mucho de otros juegos de Paradox. Ahí tienes el mapa del mundo delante de tus ojos, dividido en países y provincias; y la posibilidad de elegir cualquier nación de esta interesante época. El juego transcurre en su versión original, titulada Victoria: Un lugar bajo el sol, desde 1935 (un año antes del coronamiento de Victoria como reina) hasta 1920, con lo que vivirás acontecimientos tales como el Gran Juego entre Gran Bretaña y Rusia por el control del Asia central, las unificaciones alemana e italiana, la Guerra de Secesión estadounidense, las Guerras Carlistas en España, la Era Meiji en Japón, la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa. La expansión Revolutions alarga dicha línea temporal hasta 1936, añadiendo nuevos hitos históricos como el crack del 29 y el auge de los fascismos.
Antes de jugar puedes elegir entre cuatro campañas. La Gran Campaña abarca todo el eje cronológico en el que se asienta el juego. Una Casa Dividida (A House Divided, haciendo referencia al famoso discurso de Lincoln) comienza con la Guerra de Secesión, con lo que puedes jugar con la Confederación. Un Lugar Bajo el Sol tiene su inicio en las últimas décadas del siglo XIX, cuando los imperios comienzan a extender sus garras por el mundo a marchas forzadas y Japón y Estados Unidos comienzan a ser considerados grandes potencias. Por último, La Guerra que Terminará con Todas las Guerras se centra en la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias.
Sin embargo, el objetivo final del juego es bastante diferente en comparación con otros títulos de la compañía sueca. En Victoria tienes que convertir tu nación en una de las ocho grandes potencias que controlan el mundo. En el caso de elegir una de ellas al principio de la partida, debes mantenerte en esta posición hasta el final de la partida. Para ello, debes desarrollar nuevas tecnologías, abrir numerosas fábricas para producir una gran cantidad de productos, entrenar al mejor ejército sobre la faz de la tierra y colonizar territorios para llevar la civilización a esos pobres nativos que están pidiendo a gritos que lo hagas (en realidad no pero es fundamental pensar así cuando estés enfrascado en mitad de una partida). Todo esto te proporcionará puntos que determinarán la importancia de tu nación en la Historia.

Al finalizar una partida, las grandes potencias aparecen junto con un retrato de sus líderes.
Ahí tienes a Leopoldo II de Bélgica, alias Sr. Genocidio.

Los países del juego se dividen en tres grandes bloques: grandes potencias, naciones civilizadas y naciones incivilizadas. Es primordial que, si no lo eres ya, intentar llegar al primero porque de lo contrario perderás la partida. La facilidad con que lo haces no depende solo de tus dotes como reina-emperatriz (es el título que consiguió Victoria después de ser nombrada Emperatriz de la India tras la caída de la Compañía de las Indias Orientales) sino también de tu nación. Intentar convertir a una nación incivilizada en una gran potencia es lo más difícil en el juego. A diferencia de Europa Universalis, por ejemplo, en Victoria es todavía más complicado intentar dominar el mundo con los zulúes, por ejemplo, ya que esta clase de naciones sufren de grandes penalizadores a la hora de investigar nuevas tecnologías y reclutar ejércitos. No es tan divertido jugar con ellas como en otros títulos de Paradox, por lo que es mejor escoger a una nación civilizada o intentar que todo el mundo se arrodille ante ti con una gran potencia. Eso no quita que algunas naciones estancadas en la Edad de Piedra sean divertidas de jugar. Japón, China y Persia poseen ciertos eventos que, al activarse, te otorgarán el poder de la civilización (la Era Meiji para los primeros, por ejemplo).
Y es que a lo largo de la partida te saldrán varios eventos en los que tendrás que tomar decisiones que cambiarán el devenir de tu nación. Puedes elegir entre la opción que aconteció realmente en nuestra Historia o, como en todo buen juego de Paradox, escoger una completamente diferente y crear tu propia ucronía. ¿Qué hubiera pasado si Abraham Lincoln no hubiera abolido la esclavitud? ¿Y si China se hubiera occidentalizado como los japoneses? ¿Hubiera sido diferente la unificación alemana si quien la hubiera promovido fuera Baviera y no Prusia? Puedes hacer cosas alucinantes. ¡Hasta puedes convertir al Imperio Británico en la Unión de Repúblicas Socialistas Británicas!

Bien, para alcanzar todos estos delirios de grandeza debes tener en cuenta diversos factores.
El primero de ellos y el más importante, porque el juego gira alrededor de él, es el de la población o POP. Los habitantes de tu nación están divididos en diferentes clases sociales. A su vez, estos están divididos en diferentes ideologías políticas. Debes intentar por todos los medios darles lo que quieren para que no se rebelen, no solo en la forma de artículos de necesidad que generan tus fábricas sino también en la forma de derechos. El juego te permite elegir qué clase de gobierno quieres crear. Puedes ordenar de cuántas horas estará compuesta la jornada laboral, si se les da subsidios a los pobres, si las reuniones públicas están permitidas o qué partidos políticos pueden formar parte del parlamento. Todo esto repercutirá en cómo te ven tus ciudadanos. Los más progresistas estarán contentos si decides que los sindicatos de índole socialista puedan convocar huelgas y manifestaciones, mientras que los más conservadores opinarán que esos malditos rojos acabarán con el estilo de vida de tu nación. Cabréalos lo suficiente y se alzarán en armas contra ti.
La población también está dividida en profesiones. Cada una de ellas está especializada en un tipo de trabajo, por lo que tendrás que conseguir un número óptimo de cada uno de ellos, con lo que el juego tiene un componente de microgestión más desarrollado que el del resto de juegos del estudio sueco. Puedes hacer que cambien de profesión si tienes los artículos suficientes para ello u obligarlos a emigrar si necesitas mano de obra en otra parte del país o en las colonias. Por ejemplo, los campesinos trabajan en las granjas mientras que los capitalistas se dedican a abrir nuevas fábricas y negocios.

 Tus ciudadanos solo piden tres cosas: derechos, artículos e imperio.

El segundo factor es la tecnología. El siglo XIX es una de las épocas donde la tecnología experimentó un avance bastante considerable. En Victoria existen cinco áreas de investigación: ejército, armada, cultura, industria y comercio. Cada una de estas ramas posee una serie de tecnologías que puedes investigar. A su vez, cada tecnología te da acceso a invenciones, que son pequeños bonificadores que pueden surgir espontáneamente a lo largo del juego. Por ejemplo, si has investigado la energía eléctrica, esta puede activar la bombilla de Edison. La velocidad de investigación depende de los puntos de investigación. Estos los generan los responsables de tu sistema educativo: clérigos y funcionarios. Cuando descubres el darwinismo, solamente son generados por estos últimos. La cantidad de puntos que consigues también se ve afectada por tu presupuesto para educación. A mayor financiación, más rápido investigarás. Además, puedes elegir entre varios grupos de investigación especializados pero cambiar entre ellos supone una penalización en tu prestigio como nación. Un punto negativo en el sistema de investigación de Victoria es que solo puedes estudiar una tecnología cada vez, a diferencia de otros juegos de Paradox como Europa Universalis o Hearts of Iron, donde puedes investigar varias tecnologías al mismo tiempo, haciendo el progreso tecnológico en el juego más pesado y aburrido.

El tercer factor es el de la fabricación de artículos. Estos se generan en granjas, minas y factorías. Los habitantes de tu glorioso imperio necesitan de ellos para mantener su tren de vida o caerán en picado en la pirámide social. También se usan para equipar a tus unidades militares. Dependiendo de las políticas económicas de tu nación, las factorías pueden ser construidas por ti mismo o por los capitalistas. Si tienes excedente en la producción puedes vender el sobrante en el mercado mundial o comprar las materias primas y productos que tu nación no puede producir. Esto es del todo cierto al principio del juego, sobre todo en lo que respecta a piezas para maquinaria, donde Gran Bretaña es la única productora al iniciar la campaña. Otra forma de conseguir materias primas es a través de la colonización. Para que un territorio dejado de la mano de Dios pase a formar parte de tu imperio debes construir una serie de edificios de colonización tales como fuertes o misiones. Si consigues tener uno en cada territorio colonizable que conforme una región, independientemente de que sean el mismo, podrás reclamarlo. No obstante, en tu nuevo territorio no podrás construir factorías hasta que alcance el estatus de provincia. Para ello, deben asentarse en él habitantes de tu propia nación.
Tus productos viajan por todo tu imperio. Para mejorar este tránsito es necesario construir una moderna red de ferrocarril o, en caso de colonias en ultramar, crear un grupo nutrido de convoyes. ¡Cuidado! Si estás en guerra, tus enemigos pueden intentar hundirlos para desestabilizar tu economía. Protégelos con tu armada.

 Si realizas bastantes reformas puedes cambiar el sistema de gobierno de tu nación.
¡Viva el proletariado!

El cuarto factor importante es el militar. Sin embargo, en Victoria la guerra está en un segundo plano y no es tan importante como en, digamos, Hearts of Iron (en mi opinión, Hearts of Iron es el wargame por excelencia de Paradox). La guerra es el último recurso. Declararla a otras naciones a diestro y siniestro repercute negativamente en tu prestigio. No obstante, el apartado bélico en Victoria está muy bien recreado, representando muy bien las mecánicas de conflicto durante el siglo XIX y comienzos del XX. El juego tiene en cuenta no solo la tecnología bélica disponible sino también el terreno donde se celebra la batalla, las rutas de suministro, la moral del ejército, la veteranía de los comandantes, etc. Eso sí, esto es un juego de Paradox y las batallas son representadas por dos monigotes que se disparan el uno al otro. Si buscas algo más espectacular, juega a cualquier juego de la saga Total War.
Aquí me gustaría analizar la IA. Esto es un juego de Paradox. ¿Qué significa eso? Que la IA hace lo que puede. No es un desastre pero hay juegos en el mercado donde el ordenador supone un rival digno. En Victoria, la IA tiende a hacer cosas como desembarcar todas sus unidades en la misma provincia, sin tener en cuenta las ventajas de realizar un desembarco a gran escala. Además, usa poco la opción diplomática de negociaciones abiertas, donde puedes intercambiar tecnologías, dinero o territorios.

Existen otros factores tales como el prestigio, que indica lo respetada que es tu nación a lo largo y ancho del mundo. Ganas prestigio, entre otras cosas, venciendo en guerras, investigando tecnologías culturales y con algunos eventos. En cambio, lo pierdes si te pones en plan Guillermo II declarando la guerra a todo el mundo, cambiando de comunidad científica cada dos por tres o con eventos negativos. El prestigio es muy importante a la hora de determinar si eres una potencia. Además, en el tema diplomacia, nadie quiere hacer tratos con una nación a la que todo el mundo odia. Por cierto, hablando de diplomacia, el juego te permite llevar a cabo varios tratados aunque no son del todo complejos. Una cosa muy curiosa es que puedes crear estados satélites. Esto viene muy bien cuando quieres deshacerte de un grupo étnico que no para de darte la tabarra durante toda la partida o cuando quieres crear un estado tapón para pararle los pies a tu belicoso vecino. Estados Unidos puede darle la independencia a las gentes del estado de Nueva York y formar la Comuna Libre de Manhattan, por ejemplo, con lo que las risas están aseguradas (si has leído La Máquina Diferencial, sabrás a lo que me refiero).

Koalas e independencia.

Sí, veo tu cara de sufrimiento aunque tú no lo creas. Lo reconozco, los juegos de Paradox son muy complicados. Por eso, Victoria no es para todo el mundo. Puede sonar pedante pero es que es cierto. No puedes dedicarle un par de minutos para hacer tiempo mientras se hace la cena en el horno sino que es bastante exigente con el tema del tiempo. Juega media hora y tirarás el juego a la basura. Juega dos horas y te encantará. A ello no ayuda que Victoria venga sin tutorial. Sí, nada de enseñarte a jugar desde el juego. Por suerte, existen un montón de guías y videotutoriales por Internet. Además, los gráficos pueden echarte para atrás aunque un juego de este estilo no necesita gráficos hiperrealistas en 3D. Eso sí, Victoria cuenta con una de las mejores bandas sonoras que he escuchado, compuesta por temas de la época en la que se ambienta. Es una gozada escuchar a Strauss, Wagner o a Verdi mientras conspiras para dominar el mundo.
Si lo que acabo de decirte no te desanima para probar este juego, que sepas que tendrás ante ti horas y horas de diversión mientras buscas el tan ansiado lugar bajo el sol para tu imperio.

¡No dejes de jugar!

No hay comentarios:

Publicar un comentario