Hay juegos que te marcan de por vida.
Juegos que, pasen los años que pasen,
vuelves a revisitar de cuando en cuando para volver a sentir esa
magia que los hacía únicos. Juegos que hicieron que te interesaras
por un género en concreto. Juegos que te traen recuerdos de esas
tardes en las que quedabas en casa de algún colega para jugarlos una
y otra vez mientras intercambiabas sobre qué había que hacer en
cada momento.
El E3 de este año ha dado grandes
bombazos y si hay uno que hizo que me levantara del asiento para
aplaudir fue el anuncio de Microsoft de lanzar una edición
remasterizada del mítico e inolvidable Age of Empires. Porque este
juego es el culpable de mi afición a la estrategia y a la cultura
clásica, de haber pasado inolvidables momentos delante de la
pantalla de un ordenador, ya sea en casa de algún colega que lo
tenía o echando mano de aquella versión ripeada (sin vídeos, en
este caso) sacada de un CD-MIX (la única manera en los 90 de acceder
a juegos pirateados. ¿Qué? Yo también tengo un pasado oscuro).
Pude hacerme con una copia original en su edición de oro (que es la
que analizaré en esta entrada para ahorrarnos tiempo), junto a la
sobresaliente expansión Rise of Rome, años después gracias a la
colección Codegame de Ubisoft (algunas veces hace las cosas bien)
como regalo tras aprobar la Selectividad. Supongo que tú también
empezaste en este género gracias a esta obra maestra.
Desarrollado en 1997 por Ensemble Studios, con Bruce Shelley a la cabeza, y distribuido por Microsoft, Age of Empires recogió los halagos de crítica y público debido a la idea en que se basaba. Lo que Shelley y su equipo querían era mezclar la jugabilidad típica de un RTS como Warcraft y añadirle el elemento de desarrollo de una civilización a lo largo de la Historia de Sid Meier's Civilization. Ahí es nada. ¿Dieron en el clavo? Su expansión, sus dos secuelas (también con sus propias expansiones) spinoffs como Age of Mythology, reediciones e incluso una versión para móviles atestiguan el triunfo de esta saga. ¡Si hasta llegaron a regalarlo con los cereales!
Esta portada vivirá por siempre en mi corazoncito de estratega. Fuente
Supongo que si no has estado en una
cueva de Marte con los oídos taponados, como diría Cecil
Terwilliger, sabrás de qué va el juego. Para los que no, (en serio,
¿cómo es posible que no sepáis de qué va Age of Empires?), he
aquí una breve descripción.
En Age of Empires eres el gobernante
inmortal (porque el paso del tiempo no te afecta) de una civilización
histórica. En la primera entrega de la saga, Ensemble quiso
ambientar la acción entre la Edad de Piedra y la Edad del Hierro.
Comenzamos siendo un grupo de cazadores y recolectores para llegar a
convertirnos en un basto imperio que ríase usted de Roma. Para ello,
debemos recolectar recursos, investigar nuevas tecnologías, entrenar
unidades, construir edificios, etc.
El juego cuenta con dos tipos de
unidades: civiles y militares. Las primeras realizan los trabajos más
serviles como la recolección y la construcción, mientras que las
segundas son las encargadas de defender nuestro imperio de aquellas
civilizaciones que nos quieren ver en ruinas. Dentro de estas últimas
tenemos infantería cuerpo a cuerpo, arqueros, caballería,
embarcaciones, etc.
Existen cuatro recursos en el juego. El
primero es la comida, que se obtiene de la caza, la pesca, la
recolección de bayas silvestres y la agricultura. El segundo es la
madera, que se consigue talando árboles (es lógico). El tercero es
la piedra, accesible solo si explotamos una cantera. El cuarto y
último es el oro, que se puede obtener tanto de las minas que
pueblan el mapa como del comercio marítimo. Estos recursos son
necesarios para poder desarrollar nuestra civilización ya que las
unidades, edificios y tecnologías cuestan una cantidad específica.
Si no tenemos suficientes, el desarrollo de nuestro glorioso imperio
se verá lastrado y pasarás de ser la luz del mundo a formar parte
de la lista oficial de pueblos conquistados por Alejandro Magno.
Los edificios que podemos construir son
variados. Desde graneros para depositar comida, muelles para
construir barcos, templos para ordenar sacerdotes hasta barracas para
entrenar unidades de combate cuerpo a cuerpo o la importantísima
plaza central, núcleo de nuestra civilización y el único lugar
donde podemos entrenar aldeanos. Las casas son también un edificio
muy importante, aunque no lo parezca. Debemos construirlas para
aumentar nuestro límite de población y, así, poder entrenar más
unidades. Luego está la maravilla, un impresionante edificio que
puede otorgarnos la victoria si conseguimos mantenerlo en pie durante
un período de tiempo.
Las tecnologías son fundamentales.
Unas te permiten mejorar algunos aspectos de tu civilización, tales
como la arquitectura, que permite que nuestros aldeanos construyan
los edificios más deprisa. Otras sirven para mejorar a tus unidades.
En esta categoría cabrían destacar los diferentes tipos de
armamento o las que te permiten que evolucionen a un tipo de unidad
más avanzado. Por último, en la plaza central, puedes investigar el
cambio de época. Esta tecnología es muy importante (inhumanamente
importante), pues te permite avanzar en el tiempo y acceder a nuevas
unidades, edificios y tecnologías. Normalmente cuesta una cantidad
de comida y es obligatorio tener, por lo menos, dos edificios de la
edad en la que te encuentras para poder activarla. Quedarte atrás
tecnológicamente hablando es un grave error. Muy, muy grave error.
Imagina que vas feliz por el campo con tus soldados, creyéndote el
amo del mundo, y resulta que los hititas te están esperando con un
contingente de arqueros. ¡Y no dispones de la tecnología necesaria
para hacerles frente! Ni corazas que puedan proteger a tus unidades
de las flechas ni de unidades de caballería que puedan arramblar con
ellas en un periquete. Lo siguiente que ocurrirá con toda
probabilidad es que tengas que entregar las llaves de la ciudad a
Hattusilis III (el rey hitita enemigo mortal de Ramsés II. Sí, el
de “No me toques las narices, Moisés, o te paso por encima con mi
carro de guerra”) y no precisamente por llevar a cabo obras
benéficas.
Cuando te sientas preparado, puedes
iniciar un ataque a gran escala para demostrar al mundo quién es su
rey. Debes demostrar tus dotes tácticas y que aquel ejemplar de El
arte de la guerra que te compraste la semana pasada sirve para algo.
Las unidades militares no siguen el sistema de piedra-papel-tijera
que se ha hecho muy popular en los RTS. Al contrario, cada unidad
tiene sus pros y sus contras. Por ejemplo, asaetear a tus enemigos
con arqueros está bien y más si los posicionas en lo alto de un
desfiladero, pues ganan bonificaciones de ataque por altura. Sin
embargo, una unidad de infantería cuerpo a cuerpo que lleve una
armadura que ni la de Demetrio Poliorcetes (el tipo que inventó la
poliorcética, o sea, el arte de asediar fortalezas) puede llegar
hasta aquel lugar y dar cuenta de tus unidades. ¡Y cuidado con los
sacerdotes! Esos tipos son débiles pero pueden hacer un estropicio
gracias a su habilidad de convertir a las unidades enemigas a su
causa. También pueden convertir edificios si investigas el
monoteísmo. Supongo que será un guiño al “reciclaje” de
templos paganos por parte del cristianismo para su uso exclusivo,
vaya usted a saber.
Para vencer en una partida, debes
acabar con todos tus enemigos o conseguir mantener a salvo tu
maravilla durante un tiempo. Los jugadores van ganando puntos
conforme van construyendo nuevos edificios, entrenando nuevas
unidades, investigando nuevas tecnologías, acabando con unidades
enemigas, etc. Existen también unos pequeños objetivos en forma de
artefactos, descubrimientos (dibujos en el suelo parecidos al Caballo
Blanco de Westbury, en Reino Unido) y ruinas de antiguas
civilizaciones en plan Stonehenge (también en Reino Unido, fíjate)
que permiten aumentar la puntuación de quien los controle.
La Edad de Piedra según Ensemble Studios. Fuente
Ahora, mis impresiones.
Lo que más me gusta de Age of Empires
es su jugabilidad y accesibilidad. Todas las funciones del juego
pueden aprenderse en cuestión de segundos pero jugarlo supone un
reto agradable. Como dicen los ingleses: Easy to learn, hard to
master. Es conveniente jugar al tutorial, obviamente, y el de Age of
Empires está bien estructurado, siendo una campaña completa en la
que vivirás la Historia de Egipto en primera persona (bueno, en
perspectiva isométrica si nos ponemos tiquismiquis).
Cada civilización representada en el
juego es diferente y tiene sus propias ventajas y desventajas. Por
ejemplo, los arqueros asirios son más rápidos a la hora de
disparar, los sacerdotes egipcios tienen mayor alcance de conversión
o los persas son cazadores más eficientes. Siempre hay una
civilización para cada tipo de jugador y eso se agradece mucho. No
soporto un juego de estrategia donde todas las facciones sean
exactamente iguales.
La documentación es una pasada. Todas
las campañas disponen de una pestaña en la pantalla de información
de la misión donde puedes conocer aspectos históricos de la
civilización o acontecimiento que estás a punto de jugar. Si
alguien dice que no puedes aprender Historia con los videojuegos, por
favor, dale una patada en la entrepierna de mi parte.
A nivel gráfico, el juego es correcto.
Puedes ver a tus aldeanos llevar a cabo sus tareas con todo lujo de
detalle y a tus unidades militares luchar con valentía, todo ello en
perspectiva isométrica aunque nos parezca raro que las unidades sean
tan altas como los árboles y los edificios (un hoplita tan alto como
un zigurat es el sueño húmedo de cualquier conquistador helénico).
El juego divide los edificios de las civilizaciones en cuatro
culturas: helenística, mesopotámica, oriental y egipcia. Rise of
Rome añade la arquitectura latina al conjunto. No obstante, esto es
solo para los edificios, pues las unidades son exactamente iguales en
todas las culturas. Aquí el juego deja bastante que desear, pues ver
a un guerrero yamato (cultura asentada en lo que hoy conocemos como
Japón) con un casco corintio y un linotórax (la protección para el
pecho griega por antonomasia) choca demasiado.
El sonido es excepcional. Todo está
representado a conciencia: los gruñidos de los animales que cazas,
el entrechocar de las espadas en una batalla, el sonido de los remos
de un barco al chocar con el agua... Mención a parte para el mítico,
legendario y escalofriante (sí, cuando lo oyes, te arrepientes de
haber enviado a tus tropas sin las debidas precauciones) cántico de
los sacerdotes que lanzan a la hora de convertir unidades enemigas a
su bando. ¡Wololo toda lo noche!
La banda sonora se ha convertido en un
clásico. Compuesta por Stephen Rippy con ayuda de su hermano David,
está formada por temas de corte casi místico, utilizando
instrumentos y sonidos propios de la época. ¿A quién no se le cae
una lagrimilla cuando comienzan a sonar los primeros acordes de
Medieval Melody? Como dato curioso, decir que habían dos versiones
de la banda sonora: una en formato de alta calidad que sonaba cuando
jugabas con el CD dentro del lector y una versión de ésta en
formato MIDI cuando no tenías puesto el disco. Por alguna extraña
razón, la edición de oro solo tiene disponible esta última (esta
vez, sí, tirón de orejas para Ubisoft).
No te avergüences. Deja que los sentimientos fluyan con naturalidad. Fuente
En cuanto a los puntos negativos, tal
vez el más acuciante sea el estilo de juego, que puede llegar a ser
repetitivo si buscas algo más que enviar a gente a la muerte...
Perdón... A defender la patria.
En Age of Empires desarrollas tu
civilización a lo largo del tiempo pero no deja de ser un RTS más
si profundizamos a fondo en el juego. Todo se reduce a recoger
recursos para mejorar tu ejército y crear el máximo número de
unidades posible para acabar con tus enemigos. El comercio existe
pero se reduce a enviar barcos mercantes con mercancías a otros
puertos para conseguir oro y no tiene demasiada lógica debido al
sistema de diplomacia. La diplomacia, algo fundamental en un juego
donde varias civilizaciones interaccionan en un mismo mapa, es
anecdótica. Se basa simplemente en cambiar de postura (enemigo,
neutral o aliado) a cambio de un tributo. Esto lleva a cosas tan
extrañas como que tus barcos y los del enemigo ataquen las rutas
comerciales que son provechosas para ambos. Si comercias con los
fenicios, ¿por qué tus barcos atacan sus naves? A ello se añade
que el uso de la pluma por parte de la IA es casi inexistente,
prefiriendo pasarte por la espada. Hubiera sido más coherente
diseñar un sistema de diplomacia parecido al de Civilization, con
posibilidad de firmar varios tipos de tratados. En un RTS es posible
y así lo demuestra la saga Seven Kingdoms.
Otro punto negativo es, como he dicho
ya más arriba, que las unidades son todas iguales independientemente
de la civilización con la que juegas. Es más, hay unidades
históricas que son entrenadas por civilizaciones que jamás
adoptaron esta clase de cuerpos militares. Ver a los sumerios (la
primera civilización de la Historia) con centuriones y legionarios
propios de Roma hace que se me hinche un poco la vena. Ahí los
desarrolladores patinaron un poco.
La inteligencia artificial también
tiene sus fallitos. Cuando dos o varias unidades se interponen porque
sus caminos se cruzan o porque hay un edificio u obstáculo en medio,
la IA tarda unos segundos en dilucidar quién tiene preferencia. Esos
segundos son valiosos, pues esas unidades podrían estar recogiendo
recursos o aplastando al enemigo. Además, tus unidades solo poseen
dos opciones de postura para hacer frente al enemigo: mantener la
posición o no. Si no andas listo, tus ejércitos pueden dispersarse
por el mapa persiguiendo a un aldeano de una civilización enemiga,
dejándote con el culo al aire.
El límite de población es de risa.
Exactamente, puedes controlar en una partida hasta 500 unidades,
convirtiendo las batallas en pequeñas escaramuzas que no tienen nada
que ver con la guerra en la Antigüedad. Sin embargo, perdono esta
carencia, pues en la época en la que salió el juego, sería
imposible que la tecnología existente para su desarrollo pudiera
mover un número ingente de unidades como lo harían en el futuro
otros juegos como Cossacks o los Total War.
Otra carencia que le veo al juego son
las propias civilizaciones. La expansión solucionó el que Roma no
estuviera disponible en un juego que está ambientado en la
Antigüedad y que llega, cronológicamente, hasta el ascenso de la
urbe del Lazio como potencia mundial. Las nuevas civilizaciones
molan. Algunas de ellas aparecen muy poco en otros juegos de similar
temática, como Macedonia o Palmira. Sin embargo, que la expansión
versara sobre la Historia de Roma y se dejara a un lado a celtas,
germanos, íberos o dacios es bastante lamentable. Ya lo notarás
cuando juegues la campaña de Julio César y te encuentres a los
arvernos (una de las tribus galas que se enfrentó al tío Julio)
construyendo edificios con arquitectura egipcia. Ya que crearon un
nuevo tipo de arquitectura para las culturas latinas, ¿qué les
costaba hacer uno nuevo que englobara a todas estas civilizaciones,
que podrían formar parte de un conjunto arquitectónico celtíbero?
Roma es la luz. O eso dicen. Fuente
No obstante, y pese a sus fallos, Age
of Empires se ha ganado el apelativo de clásico. Ojalá el remake
los solvente, ya sea en el propio juego o con una posterior expansión
al igual que se ha hecho con la edición en Alta Definición de la
segunda entrega de la saga.
Por ahora, seguiré liderando a los
romanos en pos de la gloria mientras escucho a mis legiones gritar Abruptus! y, así, recordar los viejos tiempos.
Por cierto, si tienes la versión
original del juego y su expansión o la edición de oro y quieres
volver a jugar, te aconsejo que instales Upatch. Este parche no
oficial previene cualquier incompatibilidad que el juego pudiera
experimentar con los nuevos sistemas operativos y hardware (por muy
bonita que sea, el agua de colorines no es natural), además de poder
jugar con resoluciones de Alta Definición y solventar algunos bugs
que quedaron en el aire.
Nos vemos el viernes que viene.