Roma.
El imperio más grande y duradero que
ha conocido la Historia. Cómo una pequeña aldea del centro de
Italia pudo convertirse en una urbe que dominó el mundo conocido es
una epopeya digna de cualquier superproducción cinematográfica. Su
cultura, sus ideas y, también, sus éxitos y desgracias siguen
influyendo en nuestra vida cotidiana. Lo sé. Mi especialidad en la
licenciatura de Historia se centra en la vida y milagros de esta
gente aficionada a colocarse cepillos de escoba en sus cascos y a
tener discusiones de horas de duración sobre si era lícito sentarse
en el teatro para ver una representación o disfrutarla del tirón de
pie porque un romano es un ser duro como Charles Bronson y sentarse
en esos casos es digno de griegos y débiles.
La ciudad eterna ha sido protagonista
de muchos títulos en esta nuestra afición por el ocio virtual.
La mayoría de ellos, como no podía
ser de otra forma, están relacionados con el género de la
estrategia. Que levante la mano quién no se sienta el rey del mundo
comandando una legión a golpe de ratón.
El juego de hoy es uno de los decanos
de la estrategia relacionada con la construcción de ciudades en la
Antigüedad, el city builder por excelencia ambientado en una época
en la que el latín era una lengua viva: Caesar II.
Impressions refinó la experiencia
edilicia a la romana del primer Caesar en esta nueva entrega.
Recordemos que el primer juego de la saga adolecía de, entre otras
cosas, una interfaz digna de un manicomio, unas misiones bastante
repetitivas y el tener que poseer un ejemplar del mediocre wargame
Cohort II para poder acceder al apartado bélico de este. ¿Lo
hicieron bien? Vamos a verlo.
En Caesar II somos un ciudadano
romano que tiene un sueño bastante ambicioso: ser coronado
emperador.
Para poder llegar a tan ostentoso
cargo, debemos demostrarle al actual gobernante supremo de Roma que
valemos para ser su sucesor. Este ve potencial en nosotros pero
debemos pasar por una prueba importante para ganarnos su confianza
del todo. Roma basa su poder en el orden que emanan sus grandes
urbes, así que debemos construir y gobernar varias de ellas para ir
subiendo escalafones en el cursus honorum, que era como los
romanos llamaban a la carrera política que todo buen ciudadano con
posibles debía llevar a cabo. Si conseguimos crear las ciudades más
espectaculares, para nosotros será la corona de laureles del
vencedor.
Dependiendo del nivel de dificultad
escogido tendremos que pasar por un número de cargos antes de
conseguir nuestro sueño de ser el nuevo emperador. Obviamente esto
solo es posible en el modo campaña, ya que también disponemos de un
modo de construcción de ciudades para erigir el núcleo urbano de
nuestros sueños sin tener al emperador vigilándonos por encima de
nuestro cogote.
Antes de acceder a un nuevo cargo,
debemos escoger qué provincia queremos gobernar. Cada una de ellas
posee parámetros únicos dependiendo de dónde esté situada tales
como presencia de poblaciones bárbaras, ataques de otras
civilizaciones como la cartaginesa, materias primas disponibles, etc.
Así que debemos escoger con mucho cuidado para no enfrentarnos a un
reto que pueda ser superior a nuestras dotes de arquitecto (Huevo de
Pascua: si en lugar de seleccionar una provincia en el mapa pulsamos
ESC, podemos construir y gobernar la mismísima Roma).
Si el emperador lo dice...
Para poder conseguir el éxito debemos
alcanzar una serie de requisitos. Estos requisitos se miden por un
sistema de puntuación dividido en cuatro apartados: Imperio,
Prosperidad, Cultura y Paz. Imperio mide el poder de nuestra ciudad y
cuánto hemos romanizado la provincia que gobernamos. Prosperidad
hace lo mismo con el tamaño de nuestra ciudad, su número de
habitantes y cuánto dinero hemos acumulado en las arcas. Cultura se
ve influenciado por las alternativas de ocio que ofrecemos a nuestros
ciudadanos, su acceso a educación de calidad y nuestra preocupación
por todo lo relacionado con el mundo espiritual. Por último, Paz
engloba el tamaño de nuestras legiones, la nula presencia de
amenazas venidas del exterior y la ausencia de disturbios en nuestra
ciudad. A su vez, estas puntuaciones deben sumar una media entre las
cuatro para poder pasar al siguiente nivel. Tras ser coronados
emperador en niveles de dificultad más elevados, tenemos la
oportunidad de aceptar el reto final consistente en gobernar un
territorio que históricamente nunca fue conquistado por Roma.
También hay que añadir la presencia de Pomposo Máximo (que debe
ser familiar de Pijus Magnificus y de su mujer Incontinencia Suma),
un general que conquistará las provincias que no hayamos elegido,
dejándonos escasas opciones para escoger nuestro siguiente destino.
Pasemos al apartado jugable.
La jugabilidad de Caesar II está
dividida en dos planos: ciudad y provincia.
El primero de ellos es el que tiene el
mayor peso en el juego.
En él se te presenta un exuberante
campo virgen atravesado por un río. Aquí es donde tienes que
construir tu ciudad. Para ello necesitas levantar primero el tipo de
edificio más importante de todos: casas. Las casas son la piedra
angular de toda urbe romana y sin ellas no tendrás ciudadanos que se
ocupen de las tareas diarias de la urbe ni a nadie a quien exprimir
con impuestos. Estas comienzan como simples chozas. Sin embargo, la
gracia del juego consiste en que debes ofrecer a sus habitantes los
servicios necesarios para que estos quieran mejorarlas para dar
cabida a más gente. Es aquí donde entra en juego el valor del
suelo. El valor del suelo es una escala que mide la
deseabilidad de una zona para vivir en ella. A mayor valor, más
gente irá a vivir a ese lugar y mejores serán las casas. Hay
edificios que aumentan este valor tales como jardines, plazas,
templos o termas. Otros, debido a la polución que producen,
disminuirán este valor, tal es el caso de mercados y factorías. Las
casas no son los únicos edificios que evolucionan. Algunos de los
edificios de servicios pueden mejorarse conforme mejora el valor del
suelo. Por ejemplo, una fuente comienza como un caño que sale del
suelo y termina siendo una fuente monumental adornada con estatuas.
Ya hemos dicho que los habitantes de
tus ciudades tienen ciertas necesidades que solo pueden ser
solventadas con el acceso a diferentes servicios. Algunos de estos
edificios solamente emiten un radio de influencia, por lo que puedes
colocarlos donde quieras. Otros generan viandantes, que aumentan el
radio de cobertura de un edificio si disponen de caminos y plazas con
los que llegar a los hogares de tus residentes. Por ejemplo, el foro
genera funcionarios dedicados a recaudar los impuestos tan necesarios
para poder seguir expandiendo la ciudad. Edificios como los
hospitales y las bibliotecas necesitan estar conectados a un foro
para que tus funcionarios puedan trabajar en él.
La fiesta no termina aquí. Pasados
diferentes hitos de población se desbloquearán nuevos tipos de
edificios, que no son más que mejoras de otros ya disponibles y que
generan un mayor radio de cobertura. Un ejemplo sería el Circo
Máximo, que no es más que una versión sobredimensionada del circo
normal.
Los romanos sí que sabían construir, no como los juerguistas de los samnitas.
Tu población es la encargada de
trabajar en tu ciudad a cambio de un salario. Este salario se
estipula en la pantalla del Foro. Esta es tu herramienta clave para
gestionar tu ciudad al dedillo. En el Foro puedes aumentar el salario
de tus trabajadores para que hayan más disponibles y dividirlos en
los diferentes puestos de trabajo de tu ciudad. Una carestía de
estos puede generar fallos en el suministro de agua o en la
conservación de los edificios, por ejemplo. También puedes
consultar tu puntuación, rutas comerciales, gestionar las legiones a
tu mando, contactar con el emperador para ofrecerle tributos y
regalos en caso de que no esté muy contento con tu actuación, etc.
Obviamente, tu población no solo pide
que la cuides y que le des trabajo y un sueldo digno. Ellos también
tienen sus obligaciones y una de ellas son los impuestos. A mayor
número de habitantes, mayor será el dinero que recaudes. Esta
cantidad también se ve influenciada por la cobertura de tus foros,
así que si ves algún barrio que no ha recibido la visita de un
recaudador durante meses, deberías pensarte en construir uno nuevo.
Puedes aumentar y disminuir los impuestos en función de lo que te
convenga. Sin embargo, no los subas mucho o te ganarás el odio de tu
pueblo, que puede abandonar la ciudad o alzarse en armas contra ti.
También puedes recaudar impuestos de la industria. Esta es la mejor
forma de ganar dinero, pues las factorías pagan más. Además, estas
suministran productos a los mercados, aumentando su radio de
cobertura, por lo que tener un entramado industrial en tu ciudad es
muy importante. Eso sí, no te olvides de que a nadie le gusta vivir
al lado de una fábrica.
Tu ciudad se verá azotada de vez en
cuando por epidemias, incendios, invasiones bárbaras y los
ocasionales robos que afectan a tus arcas públicas (el dinero se
almacena en los templos y tener templos en un barrio conflictivo es
la mejor forma de ver disminuir tus arcas). Como gobernador, debes
actuar rápidamente y con decisión para atajar estos problemas.
Algunos son causados por la escasa infraestructura de tu ciudad
(¡Tacaño!), como las epidemias si tu ciudad no dispone de termas y
hospitales suficientes, y otros son fruto del azar y el destino, como
ese puñado de ilergetas que se han levantado contra el dominio de
Roma (¡Desagradecidos!).
Échale la culpa a Nerón, ya que estás.
Vayamos al modo provincia.
Aquí puedes ver una gloriosa vista
isométrica de la provincia que gobiernas, siendo tu ciudad su
capital. La provincia es el único lugar donde se construyen los
edificios de obtención de materias primas como canteras, granjas y
aserraderos. Además puedes levantar puestos de comercio, tanto
terrestres como marítimos en la forma de puertos, para conseguir
bienes que tu provincia no puede producir. No obstante, hay que hacer
mención a que no puedes vender los que tú mismo produces, por lo
que el comercio está bastante limitado en el juego. Es una lástima,
la verdad., porque sería una buena forma de ganarte unos denarios.
En tu provincia también puedes
encontrar pequeñas ciudades que desean unirse a tu ardua tarea por
romanizar el mundo. Para ello debes conectarlas con vías a tu
capital. Hazlo y ganarás un montón de puntos de Imperio. Estas se
van desarrollando con el paso del tiempo, pasando de ser pequeñas
aldeas a auténticas ciudades populosas, al igual que la tuya.
No todo es diversión en tu provincia.
En algunos mapas existen asentamientos bárbaros que pueden alzarse
en armas contra ti si te conviertes en un incordio, dado que estas
pobres gentes no pueden entender que Roma es la luz. No son el único
peligro. Del exterior pueden llegar dos tipos de enemigos. Las
razzias son turbas de bárbaros enfurecidos que buscan solamente
saquear tus bienes. Las invasiones son algo más serio, pues las
realizan naciones tan civilizadas como la romana y su objetivo es
expulsarte de sus dominios. La única forma de acabar con ellos es
construyendo fuertes y mandar a las cohortes que los habitan para
pararles los pies, lo que nos lleva al apartado bélico del juego.
En las batallas se tienen en cuenta
factores como la moral de las tropas y su número. Por lo demás,
estas recuerdan a otros juegos de Impressions como el propio Cohort
o las batallas del Lords of the Realm. Los enfrentamientos
bélicos son un poco descafeinados. Todos se realizan en llano, con
lo que no hay bonificadores por posicionar a tus tropas en colinas ni
nada por el estilo, haciéndolas algo repetitivas. Además, las
unidades no poseen habilidades únicas. Es extraño ver que los
legionarios no pueden lanzar una lluvia de pila
(las famosas lanzas arrojadizas romanas) o que los elefantes
cartagineses no pueden cargar contra el enemigo con toda su furia.
Por suerte, sí que existe un sistema de formaciones bastante
funcional.
Volviendo a la provincia, también te
puedes poner en plan Adriano y construir muros provinciales para
aislar a tus enemigos. Si estos consiguen llegar a tu ciudad, serán
los cuerpos de vigiles y las cohortes urbanas las que se encarguen de
pararles los pies, por lo que no tendrás control sobre estas ya que
se comportan como unos viandantes más. Espero que tengas construido
un buen perímetro defensivo con espesas murallas.
Los romanos no eran gente de mar, excepto si habían beneficios de por medio.
En el apartado técnico, en Caesar
II te puedes esperar todo lo típico de un juego de 1996.
Los gráficos están bien para la
época. Los edificios están modelados con sumo detalle aunque pecan
de poseer pocas animaciones, lo que hace que tu ciudad parezca más
una maqueta de museo que una auténtica urbe viviente, si no contamos
con los viandantes. También los mapas no presentan ninguna novedad
para la vista. Todos son llanos y verdosos, independientemente de que
juegues en Germania o en alguna provincia del norte de África. Los
vídeos son los propios de un juego de esta época, con personajes
que parecen clicks de Playmobil debido a sus torpes movimientos.
Debo hacer un pequeño paréntesis en
este apartado porque, si nos centramos en la recreación histórica,
Caesar II cumple de sobras. Sí, verás licencias como que en
plena república se haga mención a la figura del emperador o que el
cuerpo de vigiles existiera antes del principado de Augusto pero es
que no se le puede reprochar nada malo a lo bien documentado que está
el juego. Las estructuras se basan en los restos que podemos
encontrar en yacimientos como los de Pompeya. Los edificios de
educación existentes están basados en el sistema educativo romano,
dividido en grammaticus y rethoricus (educación
primaria y secundaria, salvando mucho las distancias con nuestra
época), siendo Caesar II uno de los mejores ejemplos de que
se puede aprender Historia gracias a los videojuegos. Si es que hasta
te viene con una enciclopedia dentro del propio juego con información
de cada elemento que conforma la Historia de Roma y bibliografía
cuidadosamente seleccionada. Vamos, que Impressions se lo curró con
creces, como solía ser normal en la desarrolladora británica.
En cuanto al apartado sonoro, nada que
objetar. Los sonidos urbanos te hacen sentir que realmente estás en
el epicentro de una gran ciudad romana. Puntos positivos para la voz
de tu consejero, marca de la casa en todos los juegos de Impressions
aunque no le llega a los pies al divertidísimo consejero real de
Lords of the Realm II. Eso
sí, el hombre se pone demasiado pesado cuando faltan plebeyos
para ocupar puestos de trabajo, repitiendo una y otra vez PLEBS
ARE NEEDED!!! como si no hubiera
un mañana. En cuanto a la música, eso depende de a qué
versión juegas. Está compuesta por Robert Euvino, que eso es
sinónimo de calidad. En la versión de Windows te encontrarás con
las típicas marchas romanas de corte hollywoodiense. Sin embargo, y
es mi opinión personal, prefiero la versión de DOS, más que nada
porque el tema que suena de fondo durante la partida se va adaptando
a lo que pasa en la pantalla. Si todo va bien, es una suave y
agradable melodía. Si la cosa se complica, comienza a tomar un ritmo
apremiante y épico, lo que ayuda a moverte rápido.
Por desgracia, no he podido encontrar la banda sonora de la versión DOS del juego,
así que te dejo con una imagen muy maja del Foro.
¡Ciudadano! Roma te necesita.
Construye una ciudad que resista el
paso del tiempo. Quién sabe, tal vez llames la atención del
emperador y te nombre su heredero al trono.
Imágenes del juego extraídas de Mobygames.com
Imágenes del juego extraídas de Mobygames.com
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