¡Volar!
Desde que el primer homínido se quedó
mirando al cielo viendo como las aves (o los murciélagos) surcaban
la bóveda celeste, la fascinación del hombre por esta habilidad le
obsesionó durante centurias. Desde las máquinas voladoras ideadas
por Leonardo Da Vinci hasta el avión de los hermanos Wright, la
humanidad ha intentado por todos los medios, algunos más aberrantes
que otros (había gente que se fabricaba alas de murciélago de papel
y se lanzaban desde lo alto de un campanario, no te digo más),
alcanzar el cielo. El vuelo tripulado alcanzó su edad de oro entre
las décadas de los años 20 y 50 del siglo pasado. Sería a finales
de los 70 y principios de los 80 cuando volar se democratizaría, con
vuelos más baratos para el común de los mortales y escuelas de
pilotaje al alcance de todos.
Personalmente, no entiendo mucho de
aviación. Menos incluso de simuladores de vuelo. La verdad es que en
los pocos que he tocado he acabado tirando el teclado por la ventana
al no saber cómo despegar o al entrar en barrena nada más hacerlo
(LiZenZiaO HeN JiSToRRIa, ¡duh!). Solamente me lo he pasado pipa con
aquellos que tenían un componente arcade más marcado. Sí, no soy
un jugador hardcore en este tipo de género. Y si existe un juego de
estas características que me ha maravillado, no solo por su
jugabilidad sino también por su ambientación, es Crimson Skies.
Crimson Skies se basa en el
juego de tablero del mismo nombre, creado por Fasa (artífices
también de Battletech y Shadowrun), donde los
jugadores interpretan a pilotos de aviones de combate en unos EEUU de
una realidad alternativa. Zipper Interactive, desarrolladora fundada
por miembros de Fasa, decidió llevar esta curiosa propuesta de juego
en forma de simulador aéreo a PC y Xbox con gran éxito, si bien el
juego tuvo algunos problemas de gráficos en sus comienzos, problemas
que se solucionaron rápidamente con un parche. Como no podía ser de
otra forma, me basaré en la versión de PC.
¿Recuerdas la Ley Seca?
Sí, esa ley dictada por el gobierno de
los EEUU que dejó sin suministro de alcohol a sus habitantes durante
los años 20 y comienzos de los 30. El gobierno central buscaba
acabar con la delincuencia que generaba el consumo excesivo de
alcohol. El problema es que la propia ley generó todavía más
delincuencia al aumentar el contrabando de dicha sustancia y el
control de esta por parte de grupos criminales, lo que llevó a su
derogación en el año 1933.
Pues en el mundo de Crimson Skies la
cosa es muy diferente. A diferencia del nuestro, la Ley Seca tuvo tan
poquísimo éxito entre los representantes del congreso de la unión
que acabó pasando de ley federal a ley estatal. Esto significa que
en lugar de ser impuesta por el gobierno central, son los estados
quienes deciden si quieren ponerla en funcionamiento dentro de su
jurisdicción. Algunos dicen que sí. Otros dicen que no. Los estados
que promueven la prohibición, ante el tráfico de alcohol
proveniente de los que no la apoyan, deciden colocar en su fronteras
puestos de aduana, controles policiales y patrullas que se encargan
de vigilar que nadie utilice las rutas menos transitadas para meter
esa sustancia de Satán dentro de sus queridos hogares. El desastre
está servido. Varias de estas patrullas comienzan una serie de
escaramuzas con las fuerzas de la ley y el orden de los estados
antiprohibición en una especie de guerra de guerrillas por el
control de la priva. Obviamente, y dado que una ley estatal lo
comenzó todo, el gobierno de los EEUU no puede hacer nada para
acabar de una vez con estos enfrentamientos.
Crimson Skies también es un juego educativo.
¿Sabías que el dios de la guerra hawaiano se llama Ku?
¿Crees que la cosa no puede ir a peor?
Octubre de 1929. ¿Qué pasa ese mes? El crack económico que hizo
temblar al mundo y, sobre todo, a los EEUU. El gobierno de la nación
intenta paliar por todos los medios la situación de pobreza
generalizada en el país sin ningún éxito. Esto lleva a que los
estados comiencen a sentir poco apego por la Tierra de la Libertad,
falta de apego que se suma a la que tenían ya de por sí con el
resto de estados gracias a la Ley Seca. Resultado: una ola de
nacionalismo sin precedentes inunda el país y, para horror del
gobierno central, la República de Texas anuncia su independencia. El
coraje (o estupidez) de los texanos cala hondo en el resto de los
estados. En cuestión de meses, los Estados Unidos de América
desaparecen y sufren una balcanización a lo bestia décadas antes de
la invención del término (¿Se podría llamar americanización?
¿Estadounidensización?). Todo parece felicidad para las nuevas
naciones. Algunos pueblos nativos, como los pueblo o los navajo, por
fin ven sus sueños de quitarse de encima el yugo racista de los EEUU
y formar sus propias naciones. Otros estados deciden adoptar el
comunismo como sistema de gobierno al ver que el capitalismo poco les
ha ayudado. Incluso otros deciden reinstaurar antiguas instituciones
olvidadas, como los hawaianos, que vuelven a tener en el trono a su
familia real.
No obstante surge un grave problema.
Verás, sin un gobierno central estable que las financie, las grandes
infraestructuras de transporte empiezan a sufrir la falta de dinero.
Carreteras, autopistas y líneas de ferrocarril comienzan a caerse a
pedazos. Transitar por ellas se convierte en una misión imposible,
más con la proliferación de salteadores de caminos. Esto puede
llegar a dar al traste con la economía de los estados al no haber
manera de llevar de un sitio a otro las materias primas o los
productos acabados. La solución llega de los máximos fabricantes de
vehículos de transporte de los antiguos EEUU: volar. El futuro de
las nuevas naciones está en el cielo y estos magnates ven la
oportunidad de hacerse de oro vendiendo sus creaciones a medio mundo.
La demanda es tal que los costes de producción se abaratan, bajando
los precios de los aviones hasta tal punto que un humilde granjero de
Iowa puede permitirse tener uno para llevarse a su familia de
excursión los fines de semana a Florida. Los coches y los trenes
dejan paso a los aviones de transporte, de ocio y a los zepelines.
Porque un mundo así estaría vacío si no hubieran zepelines. Los
diseños son cada vez más rápidos y revolucionarios y el boom del
transporte aéreo no conoce límites.
Bueno, sí, sí que hay un límite:
¡piratas aéreos! La escoria del mar ahora ha tomado los cielos. Y
es que ver zepelines cargados de suministros y pasta es una tentación
muy golosa para los amigos de lo ajeno. Algunos habitantes de las
nuevas naciones los ven como espíritus libres, otros como criminales
sin sentimientos. Los estados luchan contra ellos usando sus propias
fuerzas aéreas o contratando a grupos de seguridad aérea privada.
Eso cuando no se pelean entre ellos porque, la verdad, si tu quieres
un cargamento de millones de dólares, no vas a dejar que otro te
pisotee el plan, ¿verdad? El más famoso de todos los piratas aéreos
es Nathan Zachary, líder del escuadrón de filibusteros con alas
conocido como los Fortunetellers. Zachary es valiente, osado,
guaperas y, sí, es tu alter ego en el mundo de Crimson Skies.
A bordo de su zepelín, Nathan surca los cielos con ayuda de su leal
tripulación. En esta ocasión, nuestro protagonista está
obsesionado con encontrar el legendario tesoro del aun más
legendario pirata Sir Francis Drake. Para ello, deberá enfrentarse a
los protectores de la ley y a otros piratas aéreos. La cosa no queda
ahí. El Imperio Británico busca reconquistar sus antiguas colonias,
la Unión Soviética se dedica a secuestrar científicos para
modernizar el país y una oscura fuerza procedente del centro de
Europa intenta por todos los medios implantar el nacionalsocialismo
en los nuevos estados para mayor gloria del Führer.
El despacho de Nathan. Esa cosa roja del fondo es su avión.
Tras esta larga e intensa introducción,
vamos al análisis.
Crimson Skies es un arcade aéreo
con elementos de simulación. ¿Esto qué quiere decir? A la hora de
jugar, no necesitas memorizarte todo el manual o tenerlo a mano en tu
regazo para saber cómo demonios se desbloquean los frenos del tren
de aterrizaje para salir echando leches cuando te toque despegar.
Este juego enfatiza la diversión por encima de la técnica. Para que
te hagas una idea, la partida no comienza con la fase de despegue. En
los fragmentados EEUU, los zepelines de transporte de efectivos
aéreos poseen un ingenioso sistema de enganches que permite lanzar
los aviones en pleno vuelo sin necesidad de poseer una pista de
despegue. Lo mismo ocurre con el aterrizaje. Puedes hacerlo de forma
manual y mostrar al mundo tu pericia en esto del pilotaje de aviones
pero si no eres tan ducho puedes pulsar una tecla para saltarte esta
fase y que tu avión vuelva a su zepelín él solito.
Eso no significa que esto sea un juego
para niños. Al contrario. Tu avión no va sobre raíles. Puedes
realizar piruetas impresionantes como barriles o rizos. Intenta volar
a ras del suelo sin cuidado y verás como tu montura pierde el tren
de aterrizaje y acabas estrellándote como un panoli. Y si piensas
que puedes atravesar la planta 100 del Empire State Building, lo
siguiente que verás es a ti y a tu avión convertidos en pedacitos
humeantes. Además, cada avión posee su propia aceleración y
maniobrabilidad en función de su peso y aerodinámica. Pilotar el
pequeño y escurridizo autogiro de combate de Ford, el Hoplite, no es
lo mismo que manejar el gargantuesco Balmoral británico. Lo mismo
ocurre con las armas, cada una de ellas diseñada con un propósito.
Un calibre superior de tus ametralladoras hace más daño que el
inferior a este y lo mismo ocurre con los cohetes. Mencionando a esta
clase de armamento, he de decir que la cantidad de estos y sus
funciones es remarcable. Tienes los clásicos cohetes aire-tierra y
aire-aire pero también dispones de, entre otros ejemplos, unos
equipados con dispositivos que detectan el calor de los motores para
ir a por ellos (¡Y pueden volverse contra ti!) y unos guiados por
radio gracias a un primer cohete que fija un dispositivo de
seguimiento en la estructura de tu objetivo.
Hablando de los aviones, el diseño de
estos es el sueño húmedo de los fans del retrofuturismo y el
dieselpunk (entre los que yo me encuentro, oiga). Imagínate un
biplano cuyas alas tienen forma de V y van pegadas a su cola o un
avión cuyo diseño está inspirado en los cohetes que tú mismo
disparas, con una sola hélice colocada en su cola para darle una
propulsión bestial. Sí, puede ser una pesadilla para un ingeniero
aeronáutico pero es que esta ida de cabeza forma parte de una de las
ambientaciones mejor elaboradas que he encontrado en un videojuego.
Mención a parte para los zepelines, tan majestuosos y frágiles como
sus homólogos reales lo eran.
¡Voooooolare! ¡Ooooooooh!
El juego consta de una campaña donde
seguirás la vida y milagros de Nathan en su búsqueda del tesoro de
Drake, su manía de hacerle la vida imposible a las guarniciones
británicas en el Pacífico, rescatar a científicos de las garras de
los soviéticos, las rencillas con un antiguo amor y el impactante
descubrimiento de que los nazis planean conquistar Norteamérica. La
campaña está jalonada por vídeos que aumentan más la sensación
de estar presente en el mundo del juego, más si cabe cuando estos
están realizados con actores reales, con el propio protagonista
contándote todo lo que está pasando. Además, por si la inmersión
en el universo de Crimson Skies no fuera suficiente, cuando
tienes éxito en una misión recibirás de regalo una fotografía de
tu triunfo que puedes colocar en el portafotos que aparece en el menú
de inicio.
Si no tienes suficiente con la campaña,
el juego viene con un modo misión en el que puedes escoger entre
varios trabajos entre los que se encuentran rescatar a rehenes,
asaltar un zepelín o realizar una serie de complicados giros y
piruetas para una película.
Pero si este modo tampoco te es
suficiente, agárrate porque viene lo bueno. El juego cuenta con un
generador de misiones aleatorias. Escoge un tipo de misión, que van
desde un combate entre escuadrillas hasta la defensa de un zepelín;
qué avión y equipamiento llevarás tanto tú como tus posibles
compañeros en esta aventura, a quién te enfrentarás y dónde
tendrá lugar la conflagración. Este modo hace que el juego tenga
una rejugabilidad a prueba de bombas y puedes usarlo para practicar
tus dotes de piloto. ¡Oh! Y siempre te queda el modo multijugador
para enseñarle a tus colegas lo que has aprendido mandándolos al
suelo.
La vista desde la cabina de nuestro avión te hace sentir poderoso.
El pilotaje de los aviones no resulta
complicado del todo, la verdad. Puedes incluso jugar a Crimson
Skies con el teclado en un lugar de con un joystick (sí, soy un
sacrílego). No obstante, existen misiones en las que usar el primer
dispositivo es sinónimo de muerte. En concreto, aquellas en las que
tienes que realizar piruetas siguiendo un recorrido para ir ganando
puntos. En serio, son la cosa más complicada y frustrante a la que
te vas a enfrentar en tu vida (bueno, tal vez cualquier trámite
burocrático es más frustrante que esto). Debes realizar cada
movimiento con precisión milimétrica o de lo contrario acabarás
convertido en una bola de fuego y acabando a golpes con tu ordenador.
En cuanto a los gráficos (hablo del
juego parcheado) son preciosos y no han perdido un ápice de su
encanto con el paso del tiempo. Tanto los efectos meteorológicos
como los de luz son asombrosos y las nubes realmente parecen estar
ahí, algo que se nota sobre todo en el mapa Sky Heaven. Todos
los vehículos, tanto aéreos, acuáticos y terrestres están
modelados con gran atención al detalle.
El sonido es uno de los puntos fuertes
del juego. Las voces de los pilotos se llevan la palma. Los actores
no se notan sobreactuados y le dan un toque pulp a la acción muy
bueno aunque se me hace raro oír a soviéticos y alemanes hablar
entre ellos en inglés. Lo único que hizo que me diera un ataque de
ira incontrolada (vale, creo que exagero) fue que el capitán de un
zepelín soviético dijera que su nave era el CE CE CE PE Viaje del
Trabajador, cuando se supone que CCCP transliterado del cirílico al
alfabeto latino es SSSR. Al menos que hubiera dicho USSR (URSS, en
inglés). En fin, creo que voy a respirar un hondo un rato.
La banda sonora parece sacada de un
serial radiofónico de la época, lo que hace que la sensación de
inmersión sea total. Vibrantes temas realizados con una orquesta con
proliferación de instrumentos de cuerda y de viento te acompañarán
por tus combates por los estados fragmentados de Norteamérica. Todo
ello está rematado por una espectacular intro, hecha como si fuera
el noticiario que en aquella época te ponían en los cines antes de
ver una película, con su narrador con voz nasal y todo.
La regla número uno de las ucronías con toques de dieselpunk
es que siempre tienen que aparecer zepelines.
es que siempre tienen que aparecer zepelines.
Si lo tuyo son las aventuras de corte
pulp y deseas tocar los cielos, es hora de que te montes en tu avión
y vueles hacia el Reino de Hawaii o al Empire State porque Crimson
Skies es una experiencia que debe ser jugada aunque seas un
ferviente defensor de los simuladores de vuelo tradicionales.