Paradox podría haber sido una empresa
de videojuegos más en este saturado mundo del ocio electrónico. Una
de esas empresas venidas de un país en el que la industria de los
videojuegos nunca ha destacado demasiado. No obstante, este estudio
sueco tuvo la osadía de adaptar al lenguaje binario uno de los
juegos de tablero más populares de la historia: Europa
Universalis. La mastodóntica obra de Philippe Thibaut (una
reseña en Game Geek asegura que una partida puede durar un año)
pudo jugarse en un gran número de países aunque en España tuvimos
que esperar a que sacaran su segunda parte, que mejoraba todavía más
aquel juego en el que podríamos dirigir los designios de una nación
desde finales de la Edad Media hasta las Guerras Napoleónicas. No
extraña su éxito, puesto que nuestros amigos de Paradox dejaron que
el jugador tuviera una gran libertad a la hora de cómo llevar a su
país hasta la gloria. Este tremendo bombazo hizo que naciera un
nuevo género: el de la gran estrategia. Además, Paradox no se quedó
de brazos cruzados y comenzó a sacar varios spin-offs ambientados en
diferentes épocas. Algunos tuvieron un éxito arrollador, como su
visión de la Segunda Guerra Mundial en Hearts of Iron o de la
Edad Media y sus tejemanejes cortesanos en Crusader Kings.
Otros pasaron con más pena que gloria, como sería el caso de Dos
Tronos, ambientado solamente en la Guerra de los 100 Años y
donde solo podíamos jugar con Inglaterra o Francia.
Pero no voy a hablarte de ninguno de
estos juegos. Hoy vengo a hablarte del que es, para mí, mi juego
favorito de la compañía venida de la patria de Sabaton: Victoria.
Aviso a navegantes: adoro la cultura
victoriana.
Mi acercamiento al siglo XIX no se basa
en la curiosidad que puede tener un miembro del gremio de los
historiadores como yo. Lo mío es más a raiz de mi recalcitrante
frikismo por el steampunk. El siglo XIX es un caos político (si
estudias Historia de España durante esta época, desearás tirarte
por un precipicio) y tenemos que sufrir a día de hoy algunas de sus
barrabasadas (¿sabes de dónde viene el desgastado concepto de
familia tradicional o la estúpida creencia de que los caballeros del
siglo XV no podían moverse con sus armaduras puestas? ¡Acertaste!).
Sin embargo, es una época fascinante. Podríamos decir que el siglo
XIX fue la última época de avance tecnológico y científico brutal
a gran escala, avance que no se dará hasta mediados del siglo XX. De
la Era Victoriana (y la Eduardiana, que no es más que una Era
Victoriana 2.0) son cosas como el teléfono, los automóviles, los
zepelines o la luz eléctrica. También es una época de grandes
personalidades. Ahí tenemos a gentes como Nikola Tesla, Napoleón
III, Abraham Lincoln, Mutsuhito (el emperador japonés que inició la
famosa Era Meiji), Giusseppe Verdi y, como no, la reina Victoria I de
Inglaterra. Porque si le ponen tu nombre a una época de la Historia
no es porque te quedaste sentado en el sofá viendo la televisión.
Tener colonias en cada uno de los cinco continentes y reformar el
sistema parlamentario y social de tu país influye mucho a la hora de
salir en los libros de Historia, además de reinar las friolera de 63
años (aunque su descendiente Isabel II rompió este récord hace
poco).
Tener a más de la mitad de la población mundial
bajo tu poder te permite relajarte sin preocuparte por nada.
¿Y de qué va el juego que se llama
como dicha monarca?
Victoria no difiere mucho de
otros juegos de Paradox. Ahí tienes el mapa del mundo delante de tus
ojos, dividido en países y provincias; y la posibilidad de elegir
cualquier nación de esta interesante época. El juego transcurre en
su versión original, titulada Victoria: Un lugar bajo el sol,
desde 1935 (un año antes del coronamiento de Victoria como reina)
hasta 1920, con lo que vivirás acontecimientos tales como el Gran
Juego entre Gran Bretaña y Rusia por el control del Asia central,
las unificaciones alemana e italiana, la Guerra de Secesión
estadounidense, las Guerras Carlistas en España, la Era Meiji en
Japón, la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa. La expansión
Revolutions alarga dicha línea temporal hasta 1936, añadiendo
nuevos hitos históricos como el crack del 29 y el auge de los
fascismos.
Antes de jugar puedes elegir entre
cuatro campañas. La Gran Campaña abarca todo el eje
cronológico en el que se asienta el juego. Una Casa Dividida
(A House Divided, haciendo referencia al famoso discurso de
Lincoln) comienza con la Guerra de Secesión, con lo que puedes jugar
con la Confederación. Un Lugar Bajo el Sol tiene su inicio en
las últimas décadas del siglo XIX, cuando los imperios comienzan a
extender sus garras por el mundo a marchas forzadas y Japón y
Estados Unidos comienzan a ser considerados grandes potencias. Por
último, La Guerra que Terminará con Todas las Guerras se
centra en la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias.
Sin embargo, el objetivo final del
juego es bastante diferente en comparación con otros títulos de la
compañía sueca. En Victoria tienes que convertir tu nación
en una de las ocho grandes potencias que controlan el mundo. En el
caso de elegir una de ellas al principio de la partida, debes
mantenerte en esta posición hasta el final de la partida. Para ello,
debes desarrollar nuevas tecnologías, abrir numerosas fábricas para
producir una gran cantidad de productos, entrenar al mejor ejército
sobre la faz de la tierra y colonizar territorios para llevar la
civilización a esos pobres nativos que están pidiendo a gritos que
lo hagas (en realidad no pero es fundamental pensar así cuando estés
enfrascado en mitad de una partida). Todo esto te proporcionará
puntos que determinarán la importancia de tu nación en la Historia.
Al finalizar una partida, las grandes potencias aparecen junto con un retrato de sus líderes.
Ahí tienes a Leopoldo II de Bélgica, alias Sr. Genocidio.
Ahí tienes a Leopoldo II de Bélgica, alias Sr. Genocidio.
Los países del juego se dividen en tres grandes bloques: grandes potencias, naciones civilizadas y naciones incivilizadas. Es primordial que, si no lo eres ya, intentar llegar al primero porque de lo contrario perderás la partida. La facilidad con que lo haces no depende solo de tus dotes como reina-emperatriz (es el título que consiguió Victoria después de ser nombrada Emperatriz de la India tras la caída de la Compañía de las Indias Orientales) sino también de tu nación. Intentar convertir a una nación incivilizada en una gran potencia es lo más difícil en el juego. A diferencia de Europa Universalis, por ejemplo, en Victoria es todavía más complicado intentar dominar el mundo con los zulúes, por ejemplo, ya que esta clase de naciones sufren de grandes penalizadores a la hora de investigar nuevas tecnologías y reclutar ejércitos. No es tan divertido jugar con ellas como en otros títulos de Paradox, por lo que es mejor escoger a una nación civilizada o intentar que todo el mundo se arrodille ante ti con una gran potencia. Eso no quita que algunas naciones estancadas en la Edad de Piedra sean divertidas de jugar. Japón, China y Persia poseen ciertos eventos que, al activarse, te otorgarán el poder de la civilización (la Era Meiji para los primeros, por ejemplo).
Y es que a lo largo de la partida te
saldrán varios eventos en los que tendrás que tomar decisiones que
cambiarán el devenir de tu nación. Puedes elegir entre la opción
que aconteció realmente en nuestra Historia o, como en todo buen
juego de Paradox, escoger una completamente diferente y crear tu
propia ucronía. ¿Qué hubiera pasado si Abraham Lincoln no hubiera
abolido la esclavitud? ¿Y si China se hubiera occidentalizado como
los japoneses? ¿Hubiera sido diferente la unificación alemana si
quien la hubiera promovido fuera Baviera y no Prusia? Puedes hacer
cosas alucinantes. ¡Hasta puedes convertir al Imperio Británico en
la Unión de Repúblicas Socialistas Británicas!
Bien, para alcanzar todos estos
delirios de grandeza debes tener en cuenta diversos factores.
El primero de ellos y el más
importante, porque el juego gira alrededor de él, es el de la
población o POP. Los habitantes de tu nación están divididos en
diferentes clases sociales. A su vez, estos están divididos en
diferentes ideologías políticas. Debes intentar por todos los
medios darles lo que quieren para que no se rebelen, no solo en la
forma de artículos de necesidad que generan tus fábricas sino
también en la forma de derechos. El juego te permite elegir qué
clase de gobierno quieres crear. Puedes ordenar de cuántas horas
estará compuesta la jornada laboral, si se les da subsidios a los
pobres, si las reuniones públicas están permitidas o qué partidos
políticos pueden formar parte del parlamento. Todo esto repercutirá
en cómo te ven tus ciudadanos. Los más progresistas estarán
contentos si decides que los sindicatos de índole socialista puedan
convocar huelgas y manifestaciones, mientras que los más
conservadores opinarán que esos malditos rojos acabarán con el
estilo de vida de tu nación. Cabréalos lo suficiente y se alzarán
en armas contra ti.
La población también está dividida
en profesiones. Cada una de ellas está especializada en un tipo de
trabajo, por lo que tendrás que conseguir un número óptimo de cada
uno de ellos, con lo que el juego tiene un componente de microgestión
más desarrollado que el del resto de juegos del estudio sueco.
Puedes hacer que cambien de profesión si tienes los artículos
suficientes para ello u obligarlos a emigrar si necesitas mano de
obra en otra parte del país o en las colonias. Por ejemplo, los
campesinos trabajan en las granjas mientras que los capitalistas se
dedican a abrir nuevas fábricas y negocios.
Tus ciudadanos solo piden tres cosas: derechos, artículos e imperio.
El segundo factor es la tecnología. El
siglo XIX es una de las épocas donde la tecnología experimentó un
avance bastante considerable. En Victoria existen cinco áreas de
investigación: ejército, armada, cultura, industria y comercio.
Cada una de estas ramas posee una serie de tecnologías que puedes
investigar. A su vez, cada tecnología te da acceso a invenciones,
que son pequeños bonificadores que pueden surgir espontáneamente a
lo largo del juego. Por ejemplo, si has investigado la energía
eléctrica, esta puede activar la bombilla de Edison. La velocidad de
investigación depende de los puntos de investigación. Estos los
generan los responsables de tu sistema educativo: clérigos y
funcionarios. Cuando descubres el darwinismo, solamente son generados
por estos últimos. La cantidad de puntos que consigues también se
ve afectada por tu presupuesto para educación. A mayor financiación,
más rápido investigarás. Además, puedes elegir entre varios
grupos de investigación especializados pero cambiar entre ellos
supone una penalización en tu prestigio como nación. Un punto
negativo en el sistema de investigación de Victoria es que solo
puedes estudiar una tecnología cada vez, a diferencia de otros
juegos de Paradox como Europa Universalis o Hearts of Iron,
donde puedes investigar varias tecnologías al mismo tiempo, haciendo
el progreso tecnológico en el juego más pesado y aburrido.
El tercer factor es el de la
fabricación de artículos. Estos se generan en granjas, minas y
factorías. Los habitantes de tu glorioso imperio necesitan de ellos
para mantener su tren de vida o caerán en picado en la pirámide
social. También se usan para equipar a tus unidades militares.
Dependiendo de las políticas económicas de tu nación, las
factorías pueden ser construidas por ti mismo o por los
capitalistas. Si tienes excedente en la producción puedes vender el
sobrante en el mercado mundial o comprar las materias primas y
productos que tu nación no puede producir. Esto es del todo cierto
al principio del juego, sobre todo en lo que respecta a piezas para
maquinaria, donde Gran Bretaña es la única productora al iniciar la
campaña. Otra forma de conseguir materias primas es a través de la
colonización. Para que un territorio dejado de la mano de Dios pase
a formar parte de tu imperio debes construir una serie de edificios
de colonización tales como fuertes o misiones. Si consigues tener
uno en cada territorio colonizable que conforme una región,
independientemente de que sean el mismo, podrás reclamarlo. No
obstante, en tu nuevo territorio no podrás construir factorías
hasta que alcance el estatus de provincia. Para ello, deben asentarse
en él habitantes de tu propia nación.
Tus productos viajan por todo tu
imperio. Para mejorar este tránsito es necesario construir una
moderna red de ferrocarril o, en caso de colonias en ultramar, crear
un grupo nutrido de convoyes. ¡Cuidado! Si estás en guerra, tus
enemigos pueden intentar hundirlos para desestabilizar tu economía.
Protégelos con tu armada.
Si realizas bastantes reformas puedes cambiar el sistema de gobierno de tu nación.
¡Viva el proletariado!
El cuarto factor importante es el
militar. Sin embargo, en Victoria la guerra está en un
segundo plano y no es tan importante como en, digamos, Hearts of
Iron (en mi opinión, Hearts
of Iron es el wargame por
excelencia de Paradox). La guerra es el último recurso.
Declararla a otras naciones a diestro y siniestro repercute
negativamente en tu prestigio. No obstante, el apartado bélico en
Victoria está muy bien recreado, representando muy bien las
mecánicas de conflicto durante el siglo XIX y comienzos del XX. El
juego tiene en cuenta no solo la tecnología bélica disponible sino
también el terreno donde se celebra la batalla, las rutas de
suministro, la moral del ejército, la veteranía de los comandantes,
etc. Eso sí, esto es un juego de Paradox y las batallas son
representadas por dos monigotes que se disparan el uno al otro. Si
buscas algo más espectacular, juega a cualquier juego de la saga
Total War.
Aquí me gustaría analizar la IA. Esto
es un juego de Paradox. ¿Qué significa eso? Que la IA hace lo que
puede. No es un desastre pero hay juegos en el mercado donde el
ordenador supone un rival digno. En Victoria, la IA tiende a
hacer cosas como desembarcar todas sus unidades en la misma
provincia, sin tener en cuenta las ventajas de realizar un desembarco
a gran escala. Además, usa poco la opción diplomática de
negociaciones abiertas, donde puedes intercambiar tecnologías,
dinero o territorios.
Existen otros factores tales como el
prestigio, que indica lo respetada que es tu nación a lo largo y
ancho del mundo. Ganas prestigio, entre otras cosas, venciendo en
guerras, investigando tecnologías culturales y con algunos eventos.
En cambio, lo pierdes si te pones en plan Guillermo II declarando la
guerra a todo el mundo, cambiando de comunidad científica cada dos
por tres o con eventos negativos. El prestigio es muy importante a la
hora de determinar si eres una potencia. Además, en el tema
diplomacia, nadie quiere hacer tratos con una nación a la que todo
el mundo odia. Por cierto, hablando de diplomacia, el juego te
permite llevar a cabo varios tratados aunque no son del todo
complejos. Una cosa muy curiosa es que puedes crear estados
satélites. Esto viene muy bien cuando quieres deshacerte de un grupo
étnico que no para de darte la tabarra durante toda la partida o
cuando quieres crear un estado tapón para pararle los pies a tu
belicoso vecino. Estados Unidos puede darle la independencia a las
gentes del estado de Nueva York y formar la Comuna Libre de
Manhattan, por ejemplo, con lo que las risas están aseguradas (si
has leído La Máquina Diferencial, sabrás a lo que me
refiero).
Koalas e independencia.
Sí, veo tu cara de sufrimiento aunque
tú no lo creas. Lo reconozco, los juegos de Paradox son muy
complicados. Por eso, Victoria no es para todo el mundo. Puede
sonar pedante pero es que es cierto. No puedes dedicarle un par de
minutos para hacer tiempo mientras se hace la cena en el horno sino
que es bastante exigente con el tema del tiempo. Juega media hora y
tirarás el juego a la basura. Juega dos horas y te encantará. A
ello no ayuda que Victoria venga sin tutorial. Sí, nada de
enseñarte a jugar desde el juego. Por suerte, existen un montón de
guías y videotutoriales por Internet. Además, los gráficos pueden
echarte para atrás aunque un juego de este estilo no necesita
gráficos hiperrealistas en 3D. Eso sí, Victoria cuenta con una de
las mejores bandas sonoras que he escuchado, compuesta por temas de
la época en la que se ambienta. Es una gozada escuchar a Strauss,
Wagner o a Verdi mientras conspiras para dominar el mundo.
Si lo que acabo de decirte no te
desanima para probar este juego, que sepas que tendrás ante ti horas
y horas de diversión mientras buscas el tan ansiado lugar bajo el
sol para tu imperio.
¡No dejes de jugar!
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